VENEZUELA DE MEMORIA

Bandeira_Venezuela-Portugal

Zeudy Acosta Paredes / @zeudyacosta

En Venezuela, viven cerca de medio millón de portugueses y luso descendientes a raíz de una migración que comenzó en la década de los´40, prolongándose hasta 1980. Una considerable cantidad de estos (cerca del 80%), son originarios de Madeira. Por eso, no es casualidad y mucho menos genera asombro, que al transitar por cualquier calle del archipiélago, las voces en español se hagan sentir, en especial desde los meses más recientes. Es que el éxodo va creciendo como bola de nieve. La mayoría, familias jóvenes, porque muchos de quienes se radicaron en Venezuela hace tantos años, se niegan a abandonar el país y lo que construyeron con esfuerzo. Les he escuchado decir, que no hay tierra como aquella y que les cuesta devolverse.

…la economía de Venezuela, con todo y las enormes críticas que se le han hecho, permitía eso, que progresivamente, la gente pudiera montar su negocio, vivir de él y evolucionar.

Es así, en un principio, los inmigrantes portugueses se dedicaron, primordialmente, a la agricultura y otros luego al comercio –en su mayoría de alimentos-, lo que de manera rápida fue diversificándose en la pequeña y mediana industria.  Construyeron imperios como Central Madeirense, o negocios de menor renombre: panaderías, ferreterías, abastos, y una extensa lista en la que siempre privó muchas horas de trabajo, porque como es de suponerse, empezaron de cero, y aunque ahora nos ha tocado a muchos, a millones. Sin embargo, la economía de Venezuela, con todo y las enormes críticas que se le han hecho, permitía eso, que progresivamente, la gente pudiera montar su negocio, vivir de él y evolucionar. En efecto, muchas familias portuguesas, construyeron casas  o compraron propiedades, o instalaron negocios en Madeira, al mismo tiempo que producían en Venezuela.

Fue durante el siglo XXI que comenzó a registrarse la primera oleada del flujo migratorio de luso-venezolanos que empezaron a retornar a Portugal, en esencia, producto de la inseguridad e inestabilidad política y social. Pero esto, ha recrudecido en los últimos años.

Hace cerca de 4 meses, conocí a una familia que otrora había emigrado a Venezuela, pero que al ser víctimas de la inseguridad en varias ocasiones, por allá en los ´80,  y presagiando que aquello no sería circunstancial, sino un efecto dominó que trascendería, se regresan a Madeira, y tal como me ha tocado saber en otras pocas ocasiones, quienes han vivido en Venezuela, no sólo comprenden lo que nos está pasando, tienen un trato diferente para gente como yo, que no tiene vínculo alguno con esta tierra.

Ahora bien, lo que más me atrapa, lo que me genera regocijo por dentro, es que al hablar de Venezuela, les brillan los ojos, les afloran anécdotas, les brota el agradecimiento. Hablan como si aquella fue también su patria. Emigrar de ida y de vuelta, los ha hecho familiares, los llenó de docilidad y simpatía. Es incluso, fácil saber cuándo un portugués nativo vivió en Venezuela (por lo general).  El rostro y el carácter del madeirense, por ejemplo, es parco, duro, carente de gracia. Quizá por ello, suelen preguntarnos cómo es que después de todo lo que hemos tenido que sortear, aún conseguimos encontrar jococidad en las cosas.

Adoptaron además, en ese tránsito corto, mediano o extenso por nuestra Venezuela, no sólo parte de nuestro idioma conservando su particular pronunciación, sino también modismos, expresiones tan nuestras. En la casa donde trabajo (con un matrimonio portugués de edad avanzada que vivió en mi país), me encargo de asistir al señor de 84 años ya con cierta demencia senil; ha olvidado muchas cosas, pero hay otras que de forma itinerante van y vienen, y hay mucho de Venezuela aún en su inestable cerebro. Una mañana cualquiera le dí los buenos días de manera poco usual:

  • Buenos días portu, ¿cómo está la vaina?
  • La vaina está buena (Me respondió sonreido)