
Dante Garnique /@dantegarnique
Es abril, el año 2021. La filosofía se ha puesto de moda, no es una generalización afirmar que todo el mundo habla de la vuelta a la normalidad. El detalle está en que nadie tiene claro ¿qué es la normalidad?.
A ver, indistintamente de la respuesta a la interrogante planteada, lo que subyace al planteamiento mismo, parece ser la certeza de un antes y un después. El hito que demarca la frontera entre ambos puntos, es la pandemia del año 2020: COVID-19.
El año 1999 marcó también un hito en el devenir histórico de Venezuela. El sexagésimo segundo Presidente de la República, llama la atención internacional en su intento por esclarecer la dirección que daría a su mandato.
En 1998, declaraba a la prensa sentir simpatía por la “Tercera Vía” proclamada por Tony Blair y Bill Clinton. En el 2005, en el Foro Social Mundial de Porto Alegre, convocó a una discusión sobre el socialismo, “un nuevo socialismo del siglo XXI”. En 2007, se declaró trotskista, durante una visita a China; en el 2008, dijo que era maoísta. Desde 2009 se autodenominó marxista, impregnando con este discurso polivalente el devenir institucional de la república.
A partir de 1998, hasta la fecha, 2021, un año después de la pandemia mundial, o existen demasiados supuestos ideológicos para comprender la lógica de las políticas públicas en Venezuela, lo cual convierte ese esfuerzo teórico en una labor tediosa con complicaciones adicionales a las de un análisis estándar, o no existe ninguna base de sustentación teórica para la comprensión del fenómeno venezolano, en virtud de su inacabado proceso. Es decir, dado que hasta el día de hoy, el aparato estatal venezolano se desenvuelve bajo los parámetros esbozados por el artífice de un modelo de muy amplio espectro sin haber alcanzado ninguna meta claramente visible, resulta poco apropiado adelantar alguna conclusión al respecto.
Esto es así para todas las esferas de la vida en Venezuela. La social, la económica, la política, la pública y la privada. Pongamos un ejemplo.
Antes de 1999, la muerte de cualquier servidor público era recogida por los medios masivos en un tono luctuoso. Sin importar las tendencias ideológicas del difunto, las manifestaciones en torno al hecho, traslucían respeto a la dignidad humana.
Acaba de suceder lo propio con un funcionario identificado sin equívoco alguno, con el proceso de cambio iniciado en Venezuela a partir de 1999 y las expresiones al respecto, traducen un poco el espíritu de los cambios introducidos desde entonces.
“Ha fallecido anticristianamente un profesor de escuela venezolano, que logró el milagro de amasar una fortuna incalculable, con yate y putas incluídas, en un país en escombros, donde los demás profesores, aún universitarios, no ganan ni para tomarse un café. QPND” (Que en paz no descanse)
“Mis condolencias a la esposa y demás familiares de Aristóbulo Isturiz, a quien conocí por allá, a finales de los 90 y con quien siempre tuve una relación de respeto en el marco de nuestras diferencias políticas. Paz a su alma …”
“Tener una relación de respeto con quien es cómplice de la destrucción de un país es irrespetar a quienes sufrimos dicha destrucción. En la vida es importante distinguir entre el bien y el mal. Es grotesco que trates de contendor político a narco criminales que desguazaron a Vzla.”
Estas tres citas resumen grosso modo, el “nuevo estilo” de la opinión pública venezolana. Un debate encarnizado entre bandos opuestos, por encima de elementales normas de cortesía, por encima de lo que nos hace comunes como personas y como seres humanos. Una confrontación deshumanizda y deshumanizante sin ningún respeto por la dignidad del ser humano.
¿Merece Aristóbulo tras su muerte, un mínimo de respeto, o sus familiares?. ¿Por qué hemos llegado a este punto?. ¿Alcanzará Venezuela la nueva normalidad? ¿En qué consiste la normalidad?.
Jueves 29.04.2021
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