TROPIEZOS

Zeudy Acosta Paredes /@zeudyacosta

La mañana está fría en Madeira. El pronóstico del tiempo alertaba ayer de lluvias y relámpagos para hoy. En su lugar, una niebla densa arropa la ciudad; a dos metros ya no logras ver nada, ni nadie. Aún así, debo salir. Conducir en estas condiciones debe ser un riesgo. Suspiro porque no tengo esa responsabilidad.

Salgo a la parada a esperar el autobús. Hay dos rutas, y por cuestiones del horario en los que pasa el transporte, opté por la segunda. Quizá la que menos me gusta cuando llueve, porque está más retirada de casa. Sin embargo, esta tiene su encanto. Puedo mirar la inmensidad del mar, su quietud o su ímpetu. Encuentro en esa panorámica un exceso de vida, un desbordante misterio.

Pero hoy, el blanco es una muralla sin transparencia. Alcanzo a ver ese árbol que se muestra ante mí, imponente y sabio. En cada estación se pone un traje diferente y aguanta sin pronunciar palabra alguna, frío, viento, lluvia, sol.

A veces, como hoy, me tropiezo con recuerdos de lugares o momentos que añoro. Estoy allí, asomada en la ventana de la sala, mientras el humo del espumoso café con leche  me calienta los ojos.  Aguardo, expectante al sol que comience a aparecer despacio detrás de la montaña que custodia la casa por el oeste.

No es un amanecer cualquiera lo que ocurre en Maracay. Hay una cita diaria con variedad de pinceles y una abundante diversidad de colores en la paleta. Dios ha de tener predilección por ese lugar que de tanto en tanto añoro. Rojo fuego, amarillo ardiente se van dibujando sobre el verde del Henri Pittier, y yo aquí, me tropiezo con ese cálido momento de la casa donde viví por largo tiempo antes de migrar, para apaciguar el frío que me llega a los huesos.

A veces me tropiezo a propósito… Hoy es uno de esos días.

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NOS TENEMOS

Zeudy Acosta Paredes / @zeudyacosta

Indistintamente de la forma en que nos tocó emigrar, los venezolanos estamos hoy como semillas regadas por el mundo. En rincones inimaginables. Y en este tránsito, no se trata sólo de reinvención, sino además de «tenernos».

Da lo mismo, emocionalmente hablando, de estar dentro o fuera de Venezuela. Cierto que haber emigrado, en muchos casos te da la ventaja de tener acceso a recursos que son impensables para la mayoría de los que habitan el país aún. Sin embargo, hay un punto en el cual con certeza coincidimos, en la ausencia interior. Ese vacío que nos queda al despedirnos, de parte y parte. Pero aún en la distancia, nos tenemos.

Hemos trascendido en el imaginario, esa frontera digital para nosotros no existe. Las cadenas informativas, la ayuda multidimensional, créanme, no la tiene otro migrante. Somos consuelo de alto nivel, terapeutas de acupuntura digital, médicos sanadores con la palabra, los stickers y los emojis; psicólogos de la empatía y la resiliencia, especialistas del péndulo que sujeta el corazón. Abogamos a los múltiples recursos que nos provee el universo de Marvel para llegar incluso a ser super héroes para otros. ¡Y qué maravilloso que nos tenemos!

Un superpoder que trasciende, que atraviesa kilómetros por el cielo en segundos como Superman para abrazar a un hermano que ni siquiera has visto alguna vez. Un superhéroe que no necesita una capa para aliviar una noche de desvelo porque no puedes respirar, o ser la Mujer Maravilla para plantar un escudo que detenga a un mortal virus, con simples, pero sanadoras palabras. ¡Maravilloso es tenernos!

Nunca como antes, hemos sido llamados para practicar y defender la solidaridad, y que sea la serendipia de un hermano desconocido la que nos halle en medio de una fiebre, de un ahogo, de de la propia soledad. ¿Díganme si no es una bendición tenernos?

Hoy, en estos tiempos de tanta incertidumbre, trato de que gane la posibilidad de vencer, y pienso en las enseñanzas que vienen desde tantos frentes. Los girasoles siempre buscan el sol para sentirse vivos, pero cuando los días están nublados, no se deprimen, se miran los unos a los otros buscando la energía en los demás.

Después de todo, al final del día, cuando llega la noche, en el silencio de nuestro más íntimo momento, ¿qué pensamos y qué sentimos? Seguramente, en cómo esquivar al «bicho» o sobrevivir si nos ha tocado. Que la esperanza, la fe, la confianza se anteponga al miedo, y por eso justamente, es que ¡me gusta despertar sabiendo que nos tenemos!