IRÓNICO: ESTAMOS PERDIDOS

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Dante Garnique / @dantegarnique

Antes de desaparecer de la escena, Anunaki gira sobre sí mismo y mirando directamente a la cámara dice: No podréis recuperar el amor que os he arrebatado.¿Quién se encargará de dibujar sonrisas nuevamente en los rostros de niños desnutridos y sin educación? ¿Cómo recuperar la cordialidad, el saludo fresco de la mañana en la vía pública o cualquier antesala?

Lo absurdo encuentra terreno con frecuencia. Llegar en bañador a una entrevista para el cargo de maestra; trajearse de esmoquin si el puesto es de salvavidas en un club náutico. El uso de la Burka un tema de debate, por lo que significa para algunas sociedades insertas en otras donde su uso no significa nada. Un par de insectos que vuelan en una danza incomprensible a primera vista, aves que escudriñan con sus picos el suelo, mientras se rodean entre sí, con movimientos sin ningún sentido aparente.

Por suerte, aún contamos en Venezuela, con suficientes líderes del siglo pasado, con la experiencia suficiente para crear partidos políticos modernamente antiguos.

Lo interesante, es que en todos esos “inexplicables”, está implícito un proceso de comunicación, en el que también se insertan interacciones casi imperceptibles como el intercambio de miradas entre el lactante y su madre, un apretón de manos o una mutua reverencia, la inclinación hacia el sol de esa pequeña planta dentro de la habitación. Se trata de un tramado de códigos, signos y símbolos que tienen siempre algo que decir.

Uno de estos códigos es el lenguaje, que evoluciona al mismo ritmo que el ser humano para adaptarse, por eso la comunicación entre las personas hace 400 años era tan diferente a la que establecemos hoy día, pues se ha hecho necesario encontrar nuevos significantes para nuevos significados. Pero nuestra capacidad va más allá del código lingüístico, hay otros códigos variables y polivalentes que buscan poner orden en el entramado de interrelaciones propias, de otros, entre otros y con otros, pero el asunto es por demás complejo. El mensaje, cuyo nivel más básico se concentra en el lenguaje hablado y escrito, viene empacado en un sinfín de envoltorios con el poder de alterar la codificación y decodificación del contenido.

Por ejemplo, las posturas corporales agregan contenido a una conversación entre dos personas, así como la indumentaria, los colores, el tono de voz, la mirada, el ritmo, las inflexiones. En una época, el púrpura, representaba la majestad; una toga la academia o magistratura; la heráldica, un cetro, una corona o una banda presidencial, el poder. Pero, las cosas cambian. Desde hace bastante tiempo (20 años aproximadamente) en Venezuela, la investidura de los más altos cargos de poder ha sido trastocada.

Quizás la crisis venezolana se convierta en una coincidencia histórica que nos ponga a tono con la reprogramación cultural del mundo moderno

Hace 20 años, era difícil imaginarse a un diputado presentando una moción ante el foro asambleario, luciendo camisa con mangas cortas, mucho menos, haciendo uso de un lenguaje llano y ofensivo. Los términos: “La Bicha y La Moribunda”, sustituyeron al de “Constitución Nacional de la República”. Entre “La Dama” y “La vieja esa”, hay demasiadas diferencias aunque el personaje sea el mismo.

Ironico

Hay quienes hablan del Presidente Maduro, quienes hablan del usurpador venezolano y quienes se refieren a él como el dictador de Venezuela. El asunto no es meramente lingüístico, porque ahí subyacen las implicaciones del lenguaje en la conformación de ideas y cultura como elemento cohesionador o de disociación. Es un hecho que el desdén por la investidura y el uso de lenguaje vulgar en el caso venezolano, ha tenido como consecuencia un cambio en la relación ciudadano-Estado.

La política fue (antes de la dictadura Chávez-Maduro) para el venezolano común, una actividad digna. Los líderes políticos de las décadas de los 20’s y 50’s, contaban con el respeto de sus contemporáneos. Fueron esos líderes quienes escribieron la historia venezolana del siglo XX. De hecho, su acción política desembocó en un régimen de emergencia como respuesta a la acumulación de pequeñas fallas que no se corrigieron a tiempo: clientelismo político, populismo, inmediatismo, cortoplacismo, rentismo, provincianismo.

Venezuela abrió sus ojos al mundo y el mundo descubrió a Venezuela durante la segunda mitad del siglo XX, por su riqueza petrolera. La internacionalización fue resultado de dos hechos fortuitos: el descubrimiento de los yacimientos petrolíferos más grandes del planeta, y al especial atractivo físico de los venezolanos resultado de una mezcla de genes que hace destacar nuestra raza. Pero además, nuestro comportamiento también capturó la atención de muchos. El concepto de amistad del venezolano es único en el mundo, y aunque pareciese irrelevante, esa peculiaridad, habla de nuestra idiosincrasia.

Nuestras relaciones económicas internacionales comenzaron con el intercambio de perlas por objetos carentes de valor comercial entre Caribes y europeos, cuando nadie imaginaba que la riqueza descubierta 500 años más tarde, sería mayor a la de Coche y Cubagua. A pesar de lo siglos, los términos del intercambio siguen dando de qué hablar, como en el caso del embargo de alrededor de 60 toneladas de oro venezolano por parte del gobierno alemán por incumplimiento de pago de compromisos adquiridos en 2016. Un pequeñísimo ejemplo.

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Ahora no son los colonizadores los que sacan provecho, la venta de otras tantas toneladas de oro a Turquía, Emiratos Árabes Unidos y Dubai, de manera soslayada con intermediación de Uganda, nos da otra pista del tipo de “política monetaria” del narcogobierno, que trastoca todo el deber ser, porque la política es el núcleo de toda sociedad, desde antes de la escritura hasta hoy y lo seguirá siendo mañana; porque ella articula la convivencia, pero en Venezuela, lo del régimen no es la política.

Venezuela, cual ave Fénix, resurgirá luego de la implosión del Cártel criollo. Sus pugnas despiadadas por el poder y sus desmedidas ambiciones acabarán desgastándolo, así como se agotó el modelo rentista-corporativista del siglo XX.

El cártel venezolano, es decir, el gobierno en ejercicio ha desarrollado su propio lenguaje “político” y ha redefinido el aparato de poder atendiendo a sus intereses, lo que ha generado en el ánimo colectivo una relación de desapego a la institucionalidad; por no decir una relación de desprecio. Ello implica un ejercicio del poder libre de tutela popular. El krátos venezolano no es, está huérfano de démos.

Lo que existe en Venezuela es un régimen cuyo nombre aún no ha sido escrito. Se trata de una combinación de banda delincuencial involucrada en el negocio internacional de las drogas; pero que se involucraría en cualquier otra empresa ilícita que considerase provechosa. Quizás esto tenga que ver con la procedencia social de la horda que gobierna. Las organizaciones delictivas se fortalecen porque respetan su propia institucionalidad. El narcoestado chavista conducido por Maduro no es ni de casualidad, una organización, es, como ya se dijo, una horda advenida al poder. Probablemente sea eso lo que la conduzca a su destrucción; su nula naturaleza. Su inconsistencia.

Esa es la verdadera razón por la que Venezuela no resurgirá tras la implementación de estrategias de rescate, ya que al parecer, o no hay quien quiera proponerlas o no hay nadie capaz de hacerlo. Venezuela, cual ave Fénix, resurgirá luego de la implosión del Cártel criollo. Sus pugnas despiadadas por el poder y sus desmedidas ambiciones acabarán desgastándolo, así como se agotó el modelo rentista-corporativista del siglo XX. El Chavemadurismo naufragará en su propio mar de estiércol.

El Cártel criollo es sólo un puente útil para la mafia internacional. Los mafiosos venezolanos son guapetones de barrio con poder. Lumpen político. Gente que llegó a donde está, por un accidente de la historia, quienes una vez encumbrados, recibieron apoyo de las mafias transnacionales de la política y el narcotráfico. Esa casta vandálica se deja utilizar a cambio de unas migajas del negocio de estupefacientes. Esto nos da otra idea de la “ideología” del régimen.

Y si a alguien se le ocurre comparar la situación venezolana con el Holocausto, no pierdas la calma, siempre habrá un intelectual dispuesto a demostrar que eso es falso y absurdo.

Así que la propuesta de realizar elecciones en Venezuela solo obedece a una de las siguientes razones: Se es cómplice de la dictadura; se desconoce el problema; se conoce el problema pero se ignora porque produce beneficios; o finalmente no existe el problema. Lo cierto es que la transición venezolana no es institucional, sino cultural. No se trata de cambiar un gobierno por otro, sino de reconstruir las instituciones, la idiosincrasia, la identidad nacional, sin tomar esto en cuenta una la propuesta electoral pierde sentido.

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Estamos en la era de la revolución digital y el mundo de los valores está siendo reseteado, estamos en proceso de reprogramación. Izquierda, derecha, comunismo, socialismo, democracia, nación, Estado, familia, son todos conceptos sometidos a revisión y actualización. Quizás la crisis venezolana se convierta en una coincidencia histórica que nos ponga a tono con la reprogramación cultural del mundo moderno.

Veámoslo desde una perspectiva postmodernista: el New Age. Los seres humamos proyectamos lo que pensamos, las energías deben ser canalizadas apropiadamente, tenemos que enriquecer nuestro mundo interior. Toda crisis es una oportunidad, hay que ver el lado positivo de las cosas. En consecuencia, el universo nos está dando la oportunidad de replantear el concepto de gobierno. Colocarnos a la diestra histórica de Atenas.

Los más escépticos, pueden ver el asunto desde otro punto de vista. Quizás la solución al problema venezolano no se ha encontrado, porque está siendo abordado a partir de una falsa premisa, quizás en Venezuela no exista ningún problema ni nada que reparar, quizás con un llamado a elecciones todo se resuelve. Quizás la venta de oro haya sido la decisión económica más acertada del “conductor” del régimen. Quizás los tres millones y medio de venezolanos que han salido del país, lo han hecho bajo los auspicios de George Soros, y quizás los índices de desnutrición, prostitución infantil y deserción escolar, son producto de una guerra mediática. Irónico. Absurdo.

Es posible que tras nuevas elecciones en Venezuela, toda duda sobre la viabilidad de la democracia desaparezca. Quizás, tras nuevas elecciones, resurja la empresa petrolera más poderosa del planeta, y los Guerreros del teclado, que viven privilegiadamente en el exilio, cual Avengers, o GOT, dando lecciones de “Real Politik” muy necesarias para comprender lo que sucede en Venezuela, descubran que todo es una cyber ilusión.

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Probablemente, después de las elecciones, sea conveniente convocar a una consulta popular para revisar la Constitución y entonces ajustar, entre muchas otras cosas, los períodos presidenciales, para que así, dentro de cuatro o cinco años, dependiendo de la nueva reforma, se pueda convocar a nuevas elecciones, ajustadas a la nueva constitución. En el ínterin, Venezuela se habría procurado el lugar que le corresponde en el siglo XXI. Sí, sería cuestión de uno o a lo sumo, dos períodos presidenciales el tiempo requerido para sacar al país del laberinto en el que se encuentra.

Definitivamente, esta es la solución a los problemas de Venezuela: elecciones periódicas. Campañas electorales, candidatos abrazando niños y ancianos. Esperanza, mucha esperanza y mucha fe. Lo más importante ya se ha logrado: demostrarle a la comunidad internacional que no se requiere de ayudas externas.

Por suerte, aún contamos en Venezuela, con suficientes líderes del siglo pasado, con la experiencia suficiente para crear partidos políticos modernamente antiguos. Y si a alguien se le ocurre comparar la situación venezolana con el Holocausto, no pierdas la calma, siempre habrá un intelectual dispuesto a demostrar que eso es falso y absurdo. Si a los Estados Unidos se le ocurre interesarse por comprender por qué hay tanto ruido en la encrucijada de América, Stanley Kubrick, se lo podría explicar.

En Venezuela ya no vuelan mariposas amarillas. Ya no quedan más jardines. Ya no se escuchan risotadas en los parques. ¿Qué es un parque? ¿Qué es un niño feliz? ¿Dónde vive la inocencia? Hace tiempo ya la gente no se saluda con gentileza, ni siquiera se saluda. Se nos rompió el amor y nadie parece darse cuenta, sólo los anunakis.

Lunes 22.06.2019
A Nicole Mary Kidman.

LA CÁRCEL QUE ES VENEZUELA

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Zeudy Acosta Paredes@zeudyacosta

Venezuela es un país que se desdibuja en cifras. Todo cuanto de ella emana es un conjunto de números abismales, que no necesariamente relucen en torno a su desarrollo. Deudas, inflación, corrupción, pobreza, muertos, eso prevalece. Pero además, quien allí permanece todavía, también es un número de presidiario, porque aun sin cometer delitos, millones de venezolanos están presos; Venezuela es una cárcel.

Recuerdo que por allá en 2012 vi por primera vez la descripción y explicación minuciosa del pranato en Venezuela, publicado en un diario nacional. Habíamos escuchado sobre el tema, pero quizá nos negábamos a aceptarlo del todo. Se trataba de la radiografía  estructural  de una organización delictiva que operaba desde los recintos penitenciarios, que además funcionaba como un apéndice del régimen que otrora lideraba Hugo Chávez y que, en consecuencia, hereda Nicolás Maduro.

... aun sin cometer delitos, millones de venezolanos están presos… 

A más de 50 mil asciende el número de privados de libertad del sistema carcelario venezolano, a los que se suman cerca de mil por razones políticas, los denominados presos de conciencia. Y como si esto fuese poco, la otra parte de los ciudadanos también pueden ser considerada como reclusos, entendida así: los que no tienen los recursos para emigrar (incluyendo a aquellos cuya edad es una máxima limitante, o los enfermos); y los que tienen «casa por cárcel». Y no estoy hablando de aquellos de orden político, sino del ciudadano común, ese que se recoge temprano por la inseguridad, o que no sale por el ineficiente sistema de transporte, por la falta de gasolina, por la ausencia de efectivo, y pare usted de contar; Venezuela es una cárcel.

La crisis que paradójicamente sostiene el régimen dictatorial de Maduro, arrastra consigo diversos elementos relativos al contexto político (la oposición cada vez menos asertiva, no escapa), económico, social, moral y psicológico. «El carnaval de barrotes» que se ha instalado en los 916.445 km2 que delimitan al país es de dimensiones insospechadas, y salir es una titánica utopía. El pranato liderado por Maduro y todos los que le acompañan en esa comparsa de malandros, dentro y fuera de los recintos penitenciarios, se ha ingeniado una estrategia deliberada, criminal y difícil de creer desde otras latitudes.

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Delinquir en Venezuela es de lo más natural y cotidiano, así también se ha traspolado la cruel e inhumana realidad de las prisiones al lado externo, desde dos dimensiones: es un secreto a voces lo que ocurre a nivel interno en términos de asesinados, hacinamiento, violaciones y la eterna disputa entre las bandas organizadas que allí operan por el liderato del tráfico con drogas, armas; sin dejar de lado su responsabilidad en los cuantiosos secuestros y sicariatos en ascenso.

«El carnaval de barrotes» que se ha instalado en los 916.445 km2 que delimitan al país es de dimensiones insospechadas, y salir es una titánica utopía.

Por otra parte, lo que ocurre con los centros penitenciarios no dista mucho de ser parte del acontecer diario de cualquier escenario en el territorio nacional sin distingo de razas color político o religión. En efecto, cuando se habla de las torturas a las que son sometidos los presos políticos en Venezuela en los sótanos del Sebin, cualquiera sea su denominación cromática, conviene destacar que han sido catalogadas por la ONU como uso generalizado y sistemático de fuerza excesiva. Los tratos crueles, degradantes e inhumanos empleados sin pudor y sin distinción, no se circunscriben a este sector.

El odio que los mueve y motiva no encuentra parámetros o límites, porque muy poco les importa aplicar métodos de tortura dura con los apagones y cortes eléctricos, con las largas colas para abastecerse de gasolina o cobrar una miserable pensión. Es una tortura no tener agua, gas, transporte. Es criminal no tener garantías de alimentación básica, ni acceso a la salud; es un atentado negarle la posibilidad de tener un futuro a los niños y adolescentes, por la ausencia de comida, medicinas o seguridad; Venezuela es una cárcel.

En la cárcel que es Venezuela hoy, cada vez es más complicado obtener un documento tan simple como un pasaporte, una suerte de boleta de excarcelación para quienes logran superar el resto de los obstáculos en esta carrera de supervivencia. Es tan complicado que cada vez hay menos autobuses para viajar hacia la frontera (sin contar la inadmisible cifra de alcabalas que se deben sortear pagando vacuna a policías y guardia nacional, por igual). Las embajadas y consulados van esfumándose progtesivamente sin que se puedan gestionar visas (EEUU y Canadá, por ejemplo), la guinda del pastel.

¿Saben por qué les cuento y describo todo esto? No para meter el dedo en la llaga, porque creo que todo es tan abrumador que no nos cuestionamos sobre la realidad, porque ella nos ha ido carcomiendo y conducido como caballos domados con gringolas impedidos para enfocar y sincerarnos, pues son demasiadas fuentes se dolor y quizá sin darnos cuenta, no hemos comprendido la cárcel que es Venezuela.

CUANDO LLORA UNA MADRE

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Zeudy Acosta Paredes@zeudyacosta

¿Cuántos motivos o razones puede tener una madre para llorar? Una madre no es un sujeto común. Tiene, por naturaleza, cualidades que la elevan y distinguen de otros, indiferentemente de su especie. Cuando una madre llora no miente, y cuando son sus hijos la causa de su llanto, no hay consuelo posible.

Venezuela tiene nombre de mujer, es una mujer, una madre con más de dos siglos a cuesta. Ha parido a millones, y tiene un corazón tan noble y bondadoso que ha multiplicado su amor abrigando y adoptando a miles de huérfanos de otras madres del mundo. Es por antonomasia, luz, vida y protección, y en esa condición está dotada de una entrega desinteresada de brazos abiertos, de ojos cerrados y de corazón palpitante.

Venezuela es una madre que ve con honda pena cómo mueren sus hijos en manos de sus propios hermanos, cómo muchos de sus más nobles y prometedores hijos se han ido de casa, en un éxodo sin retorno.

Una madre lo da todo, sin prejuicios, sin mezquindad, sin reservas. Sólo quisiera ser recompensada, amada de la misma forma. Sin embargo, aunque a la madre Venezuela algunos de sus hijos la han querido para bien, la han defendido hasta con la vida; otros cegados y ambiciosos, la han manoseado y maltrecho, la han pisoteado y robado. Venezuela, como una madre dócil y abnegada, incapaz de comprender tanta saña, crueldad y odio, llora en la oscuridad de la noche, en el silencio de sus calles, en la resignación de las almas.

La más excelsa felicidad se le viene transformando en el más agrio y profundo dolor; una sombra de resignación opacan la dignidad, la inventiva, el futuro prometedor. Hay una congoja que va permeando como una hiedra, calando y ganando terreno y, en calidad de espectadora, Venezuela es una madre que ve con honda pena cómo mueren sus hijos en manos de sus propios hermanos, cómo muchos de sus más nobles y prometedores hijos se han ido de casa, en un éxodo sin retorno.

Con su rosario en la mano, la madre Venezuela va contando niños muriendo de hambre, por la ausencia de tratamiento médico, por la indiferencia de unos y de otros. Ve cómo prevalece la adoración del hombre por encima de Dios, y la ambición por encima de la humanidad. Con su rosario en la mano, va llorando por las niñas y adolescentes que se prostituyen para sobrevivir dentro de casa y fuera de ella. Por los hijos que han cruzado la frontera a pie hacia otros países del sur, convertidos en caminantes errantes. Cuenta por cuenta, el rosario seca sus lágrimas por los más pequeños que han quedado solos, porque sus padres huyeron para nunca más volver. Por los jóvenes caídos mientras reclamaban el derecho a la vida.

¿A quién no le conmueve ver a una madre llorar, ver a su propia madre romper en llanto y sin consuelo?

Dicen que cuando se tiene a un hijo, se tiene a todos los hijos del mundo, porque el sentimiento se multiplica al saber y conocer cuánto amor representa, cuánto está dispuesta a hacer una madre por los suyos. Cuando se piensa en el  pesar de cada madre venezolana, porque le ha tocado despedirse de sus hijos en el cementerio, en el aeropuerto, en un autobús vía la frontera, el lamento se multiplica, se viraliza. No hay manera de acostumbrarse a ello.

Una madre es la flor de la sensibilidad, y su llanto no es poca cosa; cuando llora, no es el afán de limpiar sus penas, es la pena misma la que enjuga su dolor. De sus pechos, ya no sale leche; sus manos ya no sirven para cultivar; sus brazos sólo sujetan martirios y en sus hombros la carga que la avaricia conlleva. ¿A quién no le conmueve ver a una madre llorar, ver a su propia madre romper en llanto y sin consuelo

Esta madre hermosa de norte a sur, de este a oeste, está dolida, ha sucumbido. Nos ha tocado abandonar la casa grande, pero no podemos abandonarla a ella. Cada cual puede darse la vuelta no sólo para mirarla de lejos, sino para consolarla, reanimarla, y darle esperanzas y motivos para volver a sonreír.

¿NOS MERECEMOS EL CHAVISMO?

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Belén González / @mbelengg

Más de la mitad de mi vida ha estado vinculada a la política y a los políticos. He visto, escuchado, conversado, rechazado, asumido y confrontado, aunque directamente nunca hice política, si acaso, llegue a ser el adorno en uno que otro evento. Sin embargo, como periodista si me atreví a cuestionar públicamente “lo chueco”, sin importar si los que actuaban en detrimento del colectivo eran griegos o troyanos.

… ni en esto ni en nada se puede generalizar, porque los idealistas, los que tienen vocación de servicio y los genuinamente comprometidos existen…

Esa experiencia me sirvió para enfrentar mentiras enormes, verdades maquilladas, realidades ajustadas al interés de un individuo o grupo, discursos lindos, pero vacíos, mentes intransigentes, gente que se vendía y se compraba, ambiciones desmedidas, afán de figurar y personajes convencidos de su superioridad en todos los niveles. En pocas palabras, descubrí que la mayoría tenía su “rabo e´paja”, como decimos en criollo.

Muchos de esos personajes que alguna vez escuché, entrevisté, conocí o incluso visitó la que fue mi casa, siguen formando parte de la casta política venezolana, la mayoría en el bando de oposición, aunque hay algunos en el chavismo, y otros que están un rato aquí y otro allá, como en la época de la guanábana. Claro, ni en esto ni en nada se puede generalizar, porque los idealistas, los que tienen vocación de servicio y los genuinamente comprometidos existen, y han hecho siempre su trabajo sin tanto espaviento.

Hoy estoy lejos de todos ellos, pero la globalización y la digitalización me permiten seguir sus pasos, escucharlos, leerlos, y lamentablemente confirmar que en sus mensajes aún se dejan colar el interés, las medias verdades, las costuras que, por lo visto, son una marca indeleble. Es triste ver cómo se siguen mezclando el trigo y la cizaña en un campo tan noble y fértil como ha sido siempre Venezuela.

Ciertamente, a estas alturas nada se gana con acusar o victimizar, con dar nombres o fechas; porque lo que siguen siendo capaces de hacer, sólo demuestra lo poco que han aprendido en estos 20 años de disparate y tragedia. Ante tanta puñalada “trapera” disfrazada de crítica y denuncia en redes sociales me pregunto: ¿Será que realmente nos merecemos el chavismo?

De alguna manera, todos somos responsables de la situación en Venezuela, y me refiero no sólo a los políticos de oficio, sino a los ciudadanos, a los venezolanos que se decantan por reaccionar con apatía, escuchar cantos de sirena, o en el peor de los casos, poner precio a sus conciencias. Aunque sin duda, el golpe más duro es que algunos de aquellos a quienes llamamos líderes sigan dando el peor de los ejemplos.

Aunque sin duda, el golpe más duro es que algunos de aquellos a quienes llamamos líderes sigan dando el peor de los ejemplos.

Es comprensible que los venezolanos, abusados en extremo, quieran una solución inmediata, casi mágica, pero que haya gente que atice las llamas para quemar en la hoguera a los que buscan soluciones, es terrible. Han asumido el rol de inquisidores, pero porque les interesa o les conviene, no porque tengan una respuesta; simplemente quieren, como siempre han querido, defender a toda costa su posibilidad de alcanzar una cuota de poder. Ellos van en la comparsa o no hay carnaval, así de simple. Es repugnante.

Algunos amigos que saben de política de verdad, no como yo, me dicen que esos inquisidores de oficio son un mal necesario, pero me resisto a creer que eso sea verdad. Que pena que la política se dibuje como un juego sucio hasta en las series de Netflix. Peco de ingenua, lo sé, pero leer a “opositores” enlodando a Juan Guaidó, a dirigentes desesperados por una candidatura, a partidos políticos intelectualizando sin acción, y esa sospecha de que alguien se robó la ayuda humanitaria, me descompone.

No quiero aceptar que merecemos lo que el país está viviendo, pero si los vicios se mantienen no es viable esperar algo distinto, y sí, me refiero a griegos y troyanos. Decantar es un mecanismo de purificación, pero pocos lo consideran necesario, por eso caímos en un juego macabro donde nadie es dueño de la verdad. Ese obscurantismo es, precisamente, la razón por la que el chavismo sigue ahí, lo merezcamos o no.

VIDA DE MERETRIZ

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Zeudy Acosta Paredes / @zeudyacosta

Una mañana cualquiera, entro a mi correo y me percato que en la bandeja de los emails no deseados cohabitan 69. Este número siempre me resulta interesante, pero por circunstancias vinculadas a lo lujurioso, y ese es otro tema.

Creo que cuando hice el contrato con la empresa que ofrece el servicio de Internet, teléfono en casa, tv por cable y líneas de celulares, todo en un sólo paquete – impelable-, firmé la sentencia. Una especie de compromiso o contrato prenupcial.

Ofreces tus datos básicos, nombre y apellido, identificación, dirección y el correo electrónico, pero jamás imaginas que en aquellas letras pequeñitas, parecidas a las 45 hojas que incluye un contrato bancario, por allá en la línea cuatro mil doce, decía: «acepta usted el envío de publicidad y promociones de empresas asociadas a nosotros». Y, aunque no conocía al contrayente, ni estaba enamorada, dije que sí. Como diría Osmel Sousa, «Eres bella, firma aquí», y firmé.

Es evidente que todo esto se ha pensado en la frialdad de una oficina que ya ha estudiado sigilosamente con antelación, la conducta del consumidor y sus defectos, o digamos, sus limitaciones visuales. De manera que, caí en la trampa, y a los pocos días ya tenía abarrotado el correo.

Apenas unos segundos bastan para que el mundo de la publicidad y sus mercenarios, te manoseen la vida, la cojan a su antojo, te besen el cuello

Pero además existe una interconexion entre todo lo que cohabita en esta isla (Madeira). Basta sólo saber tu dirección de email y te atrapa el enjambre de promociones de alarmas para la casa y carros (aunque no tengas), seguros de vida (aunque te estés muriendo), programas para adelgazar, servicio odontológico, todo, absolutamente todo, con promoción incluida. Pueden ofrecerte las cosas más insólitas como créditos que nunca podrás pagar. Nunca faltan aquellos mensajes de oportunidades para ganar dinero ¿y quién no desea llevarse el premio gordo?. Ya he visto alertas de paquetes de FedEx que no han llegado a su destino, pero es lógico, yo no he mandado nada.

Y así se va prostituyendo mi email, de papel en papel, de algoritmo en algoritmo; de cookies en cookies. Basta que lo facilities en determiada circunstancia para que empiece la juerga.

Hace bastante que dejamos de tener vida privada. El más mínimo deseo, la más inocente búsqueda de información devela en redes sociales y todo lo que la globaliza, qué queremos o nos interesa, somos presa de la araña que entreteje la mediatización. Al principio no lo entendía, pero ahora sí. Menudencias de esta era que todo lo puede y todo lo hace, aun sin tu consentimiento. Parece que sin darnos cuenta nos han colocado un chip en la córnea, y mientras le echamos una ojeada a un catálogo, revisas un portal de una agencia de viajes, en el pasillo de un supermercado mientras observas los anaqueles, se activa un rayo fotónico, como el de Mazinger Z que, en vez de neutralizar, ejecuta una multitransferencia con la aldea global.

Apenas unos segundos bastan para que el mundo de la publicidad y sus mercenarios, te manoseen la vida, la cojan a su antojo, te besen el cuello mientras una voz dócil y seductora te dice: compra, es lo que siempre has deseado. Anda que lo puedes pagar a crédito. Si está allí a la vista no es por casualidad, es que te lo mereces.

Me atrevería a pensar que en cualquier parte hay sensores, dispositivos, alguna treta para que incluso mientras conversas, con sólo mencionar una marca, un producto, un servicio, un deseo, la madame del prostíbulo sirva la mesa. No importa cuánto te niegues, cuánto te reserves, no eres dueño de lo que piensas o sientes. Mientras le echas ojo a Instagram, Facebook, YouTube, Twitter o una vitrina, una revista, se te sienta al lado Enrique Iglesias para cantarte al oído: aunque corras, te escondas, no puedes escapar…