COMO PARA MAMARSE LOS DEDOS!

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Dante Garnique

Hay expresiones que identifican a una cultura o a un país o que sólo las comprenden quienes hablan el idioma del cual provienen.

En una ocasión, mi queridísima Doris Jesusita Martínez me refirió una anécdota sobre su primer viaje a París. Un grupo de venezolanos, con un Cuatro, canciones iban, canciones venían, dos maracuchos, un caraqueño, tres andinos; el resto de los viajeros, de diversas nacionalidades, escuchaba con curiosidad a aquella gente bullanguera y cadenciosa.

En manada, los viajeros subían y bajaban del Bus, un croissant por aquí, una foto por allá, el guía marcando la hora. Próxima parada: La tour Eiffel.

Una vez frente al mamotreto de hierro, el grupo quedó petrificado. Se hizo un mutis y una venezolana trajeada en negro de pies a cabeza, con zapatos de concurso de belleza, en una locación donde el ruido de una mosca resultaba estruendoso, de pronto sale de su schock y suelta aquella frase: UNA GÜEEEEE . . .ADA!

Doris Jesusita era, una especie de eterna, Laura, (La Sin Par de Caurimare), pero de La Pastora. Cuenta mi prima Doris, que ante semejante criollismo, el silencio del grupo de venezolanos se hizo eterno y sepulcral, el equipo se disolvió y no volvió a reunirse más, sino hasta el último minuto antes del retorno.

Desde entonces, cada vez que Jesusita llagaba a la casa o viceversa, nuestro saludo más afectuoso era: UNA GÜEEEEE . . .ADA!

Es muy común, al menos en Venezuela, la expresión: «MÁS SABROSO QUE COMER CON LAS MANOS, O, ESTO ESTÁ COMO PARA CHUPARSE LOS DEDOS». Una conocida, con mucha picardía sustituía en esta última oración, el verbo chupar, por mamar.

Una vez en Roma, una especie de réplica viviente de Jéssica Rabbit, con sus Half D’orsay 4 pulgadas rojos, vestido de igual color, prominente descote, interesante frente y largas uñas esmaltadas también en color rojo, sacaba brillo con un trozo de pan, al plato que otrora contuviese una delicadísima porción de bolognese con abundante Parmigiano Reggiano.

Hemos de admitir que lactantes fuimos y hasta biberón habientes; pero la gramática con los verbos chupar, mamar, lamer, ha quedado como mera referencia lexicográfica.

De los mamones más ilustres, están el Cotoperix, el Cacao y cualquier otro mucílago que se nos escape. El chico pijo del jersey amarillo que le quitó la novia a uno de los Hombres G, y por supuesto, el innombrable que, no es precisamente Lord Voldemort, y que por innombrable ser, nombrado no ha de ser, aunque referido haya sido.

Algunas taras mentales no nos abandonan, a pesar de las interminables sesiones con la psicoanalista. Comer con las manos es asqueroso. Con el perdón de mis amigos eritreos. La primera vez en una comida eritrea, es duro! Una fuente con carne de pollo o de res, en salsa con base en tomates y cebollas largamente cocidos, unas especies de pankekes y todo el mundo esperando que el invitado comience a degustar; pero el invitado voltea hacia los lados, buscando que alguien le acerque un plato y cubiertos, hasta que uno de los anfitriones le indica que debe tomar con sus dedos, un trozo de la tortilla que está en una fuente común, usarla como cuchara para la salsa y la carne, et bon appétit!

Ambrosía para los Dioses griegos, arepa con mantequilla y queso ‘e mano, de búfala o llanero ralla’o p’a los venezolanos y café con leche. Una sopita de arepa es otra cosa, pero, cubiertos por delante. Nada de chuparse los dedos o lamer el plato con el pan.

Hay gente que en la primera cita decide si, si o no, dependiendo del arreglo de las manos o el aseo de los pies o el tipo de calzado que luzca la candidata. Pero para algunas personas, existen otras estrategias: si la susodicha acepta gustosa una invitación a Mc Donald’s, es periódico de ayer.

Sin embargo, resulta que hay, algunos restaurantes, en Europa, donde la hamburguesa es servida con cubiertos, al fin! Es posible probar esa comida.  El pan es crujiente, las cebollas están caramelizadas, no chorrean mayonesa ni salsa de tomate y nadie se escandaliza por el uso de los cubiertos.

Así es que si usted es de los que prefiere comerse su arepa con cubiertos, hágalo, no se acompleje, siéntase orgulloso y deje que el innombrable siga conjugando los verbos lamer, chupar y mamar.

Martes 11.09.2018

In Memoriam a Doris Jesusita

DERECHO A PROTESTAR O PORQUÉ NO ME GUSTAN LOS BEATLES

AL PAN,PAN Y AL VINO, VINO

LAS LETRAS ME PERSIGUEN

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Zeudy Acosta Paredes/ @zeudyacosta

Quise ser muchas cosas, probablemente como muchos. De pequeño, uno desea ser de todo y luego va olvidando en el camino. Publicista, bailarina,  veterinaria, internacionalista; sin un orden particular, quise serlo todo y nada de eso fui.

Cuando me tocó entrar en la universidad, aun pretendía ser veterinaria, pero estudiarlo implicaba mudarme de ciudad, y mi madre se negó rotundamente. Menos mal, después me arrepentiría. Amo a los animales, me cautivan al máximo, en especial las mariposas, los gatos, los perros y caballos (y me disfruto esos documentales de la National Geografic como un niño a un helado); sin embargo,  hay que tener además de vocación,  demasiado valor para verlos sufrir y que las piernas no fallen, por ejemplo.

Tenía varias opciones en la mente, la que más cobraba fuerza era el área publicitaria, pero en la Universidad Central de Venezuela no existe eso como una carrera, sino que está integrada a la de Comunicación Social. Así que me anoté a esto en 1988. Estudiar en la UCV fue de las experiencias más gratificantes, aleccionadoras y emocionantes de mi vida.

Para asombro mío, lo que menos me gustó de la carrera fue la publicidad; es genial y tiene su encanto. No obstante, dicen que lo que más nos cuesta es lo que realmente se ganará tu corazón. Eso me pasó con el periodismo; nunca trabajé tanto, nunca los profesores me exigieron tanto, nunca me equivoqué tanto como en las salas de redacción de mi escuela. Me entregué a él de alma y cuerpo, con cada ensayo, crónica, entrevista, reportaje. Sin el título en mano ya andaba escribiendo para periódicos comunales; y sin darme cuenta estaba sentada frente a la máquina de escribir de la Sala de Prensa del Palacio de Miraflores para un diario de Carabobo, por allá en los ´90.

Mucho camino andado en esta profesión me hizo conocer diversas fuentes: deportes, educación, política, sucesos. Con los años, las experiencias fueron creciendo, pero el ambiente político del país se iba tornando cada vez más oscuro y trabajar en medios también. No encajaba, no cuajaba en la jugada política fuera de los medios, ni dentro de ellos, porque sí, también los MCS son un títere de la política y los políticos se sirven de ellos, se sientan en primera fila para disfrutar el show. Me he negado a que sean instrumentos de manipulación y que pongan en bandeja de plata el tiraje y los titulares a merced de estos sanguinarios, que se dicen llamar editoriales, los mismos que profesan verdades a medias y que ahora no esconden el descaro de sus hambrientos deseos de poder.

En 2002, aposté a un área que jamás pensé podría llegar a ganarme tanto por dentro, la docencia. Venía de estar mucho tiempo desempleada porque me había mudado a otra ciudad, había dejado la capital, sus encantos y sus penurias. Impartí clases en una institución militar (de la cual me expulsan  porque engrosé la Lista Tascón) y, casi al unísono entré en la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Bicentenaria de Aragua; me anclé al mágico y a veces invalorable rol de la docencia. Fueron 14 años siendo facilitadora de la enseñanza. El privilegio de formar generaciones que cada vez comprendían menos el rol del periodismo y la comunicación en todas sus formas.

La crisis de mi país, conocida ya mundialmente, en 2013 estaba obligándonos a actuar como no queríamos y pensar en planes migratorios (me llevó ocho años decidirlo). No había otra salida, y desde ese tiempo para acá las cifras de venezolanos huyendo de su patria es inimaginable.

Emigrar quizá no fue lo más difícil de considerar, sino para dónde. No quería un país en América Latina (Ni EEUU porque además no tenemos Visa); es como la recurrencia del miedo con ese germen del socialismo sembrado en la cabeza de los absurdos.

Una persona que conocí en Venezuela siempre me habló de Madeira, de las ventajas que podría encontrar en este país, especialmente para mi hijo. Cuando emigramos, en agosto de 2014, él tenía 16 años. Sin pensarlo más, hicimos la tarea, todo lo que implicaba irse sin intenciones de volver. Fue un cambio radical en nuestras vidas, en especial en lo relativo al idioma. Nosotros no tenemos vínculo alguno con Portugal. Ni con los que fueron a Venezuela en los 50, 60 y 70, ni con los que viven aquí desde siempre.

Era simplemente, un panorama que aprecié dadas las circunstancias y realidad de Venezuela. La diferencia en salud, seguridad, alimentación es abismal cuando la comparamos al estado actual de nuestra patria. En mi caso, la mayor desventaja es que no puedo ejercer mi profesión, por cierto, pues para ello debo manejar a la perfección la lengua portuguesa; pero el mayor objetivo de la mudanza lo he venido cumpliendo progresivamente: mi hijo cursó lo que restaba del bachillerato y ahora está en la universidad, estudiando lo que le apasiona. ¿Ganancias? Domina tres idiomas y se siente motivado a aprender otros. Tiene mayores oportunidades y puede ver con claridad su futuro.

Esta isla, lo he dicho muchas veces, es mágica. Tiene un encanto que ni consigo explicar más allá de sus flores, la expresión del cielo y el mar que cada día es más asombroso y encantador que el anterior.

El primer día que la vi, me impactaron sus vías de comunicación terrestre; y el enlace constante de cada punto con el mar. No dejan de agradarme y emocionarme la llegada y partida de los cruceros que la visitan casi todo el año; y lo impredecible de su clima. Aun cuando no ejerzo como periodista, encontré válvulas de escape para que la muza tenga un nicho. He escrito para algunos portales, relato historias de vidas como las nuestras, los que hoy somos inmigrantes; nos inventamos esta tribuna digital para echarles cuentos de esta experiencia y, si no sigo escondiéndome de la verdad, terminaré un par de libros que tengo en maqueta. Las letras me persiguen, dejaré de esquivarlas.

EN CERO

SE ME OLVIDÓ QUE TE OLVIDÉ

EN CERO

Gato en las vías del tren

Zeudy Acosta Paredes@zeudyacosta

Que es un asunto de costumbre y preparación, es muy probable; pero algo cierto es que lo lógico pierde sentido cuando te ubicas en un entorno para el que no estabas preparado. Hay una paradójica diferencia entre imaginar y estar; aquello del dicho al hecho.

Suponía que estar en un país como inmigrante me obligaría a desempeñarme en actividades o tareas ajenas a mi profesión, a lo que durante muchos años fue mi relación de vida; el choque con lo que creí normal y hasta racional tuvo sus consecuencias. Las primeras semanas se resumían a una espalda quebrada, que se disputaba lugar en las noches de extremo cansancio, con el fustigante dolor de las manos, ese que se prolongaba a medida que se asumían mayores responsabilidades, aquellas heridas que surgían, a veces sin recordar cómo.

La idea de regresarnos a Venezuela, rondaba con persistencia; sin embargo, las noticias difundidas por algunos medios o relatadas por familiares y amigos, te rebotaban en la conciencia, esa que de a ratos parecía desvanecerse ante las circunstancias propias y ajenas de lo que vivíamos aquí. En efecto, quienes también emigraron en su momento, advertían que habrían de transcurrir muchos años para que ese cincel dejara de tallar el mapa de nuestra patria como la opción inmediata; urgía enfrentar los escollos y ceder paso al drástico cambio.

De forma voluntaria o no, te enfrentas a empezar de cero, pero sin entender por mucho tiempo lo que eso significa. En dosis bien administradas vas comprendiendo que es cuestión de tiempo, de consentir, de aceptar. El ser humano es justo eso, un ser que se va acoplando a lo que vive, a donde está y le va sacando provecho a las oportunidades. En ciertos casos corresponde amoldarse y en otras, simplemente, aportar iniciativas.

Un recuerdo recurrente, lo que habíamos construido; sí, lo material, porque tiene su peso en nuestras vidas, involucra un esfuerzo. Aquello de que no es justo darle mucha importancia es un lugar común para muchos, pero cuando la nada te abofetea, resurgen imágenes de todo aquello a lo que en un momento determinado se despidió de ti.

Quien ha emigrado, casi siempre, tiene que disponer de un capital, esto se traduce en la miseria que puedes obtener a través del Estado (manejado a su antojo por el Gobierno), lo que has logrado comprar en el mercado negro (mucho o poco, casi siempre nada) y, por tanto, también de la venta de tus pertenencias si de cerrar el ciclo completo se trata, sin dejar puertas abiertas ante un por si decido regresar.  En cero ¿un número o la nada? El génesis del todo. Una oportunidad…

Diciembre 2014

SE ME OLVIDÓ QUE TE OLVIDÉ

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Zeudy Acosta Paredes@zeudyacosta

Me he convertido en un reto y ni yo mismo lo sé.  Es un desafío entre tu presente y la vuelta a una infancia incomprensible e inesperada que un día olvidado emprendí. Te veo intentando, te veo amándome, te veo cuidándome; no sé cuántas veces vienes, ni cuándo te vas, pero te veo venir, aunque no lo sepas, aunque con certeza tampoco lo sepa yo. Me he transformado en una excusa, en un esfuerzo que no tiene respiro. No recuerdo cuántos olvidos, no recuerdo cómo empezó, quizá las llaves, quizá una dirección, quizá un día ni supe qué hacía en la calle, quizá todos los días ya no entienda qué es hoy. Me he perdido de mil formas, me he perdido en mil recuerdos que no ubico, pero en algún recoveco estás tú. Aquí estás, otra vez frente a mí. Me hablas como a niño, me mimas sin reservas y me dejo engañar y amar; me dejo someter ante tus hábitos, ¿o los he inducido yo?. Olvidé  bañarme, olvidé caminar, olvidé lo elegante que fui, olvidé el tormento y las alegrías.

No recuerdo cuándo la agresividad se impuso. Cada vez hay más movimientos involuntarios, cada vez controlo menos mi andar. Extraviados, mis ojos  desconocen el dolor tuyo, el de ustedes. No sé cómo el dolor suena ahora. Respondo a tus llamados, repito tus palabras, las mías ya no se escuchan… Háblame de tus recuerdos, a ver si encuentro los míos. Háblame de quién eres, a ver si despido este laberinto.

Me he ahogado en un mar de olvidos; de preguntas que nunca hice, de recuerdos que alguna vez tuve; de amores que algún día ya no amé.

Hay un calendario que va sumando, pero que en mi acentúa las restas. Ni estos ojos, ni aquellos, mucho menos los míos, son espejos para verme. Hay en el infinito una atracción, un desvelo, un almíbar que seduce. Y allí me pierdo.

No es que lo prefiera, es que en tus manos estoy dependiendo del todo;  es que de tu mano ahora puedo encontrar todo. Te veo venir, ¿ya habías venido hoy? …Se me olvidó que te olvidé.

(Inspirada en Julio Marín, y en aquellos que han perdido la batalla contra el Alzhaimer)

2016

 

DERECHO A PROTESTAR O PORQUÉ NO ME GUSTAN LOS BEATLES

Exilio
Dante Garnique
Veinte años en dictadura y sólo dos en el exilio.
Cuántos años lejos del país de los amigos, a cuántos funerales hay que dejar de asistir a causa de la distancia, a cuántas personas hay que dejar de conocer por culpa de la ausencia, para tener el derecho a decir lo que se piensa sin que alguien se sienta con la autoridad moral de descalificar la opinión del desterrado?
Treinta y seis años creyendo en una idea equivocada de país más dieciocho luchando contra una idea  de país en la que no se cree, para terminar en el exilio no dan el derecho a protestar?
Qué es el exilio? El exilio es perder todo. Es perder la vida y saber que se está perdiendo. Es perder a los amigos, a la familia, es perder la identidad y estar obligado a encontrar una nueva y todo eso, claro, en contra de la propia voluntad.
El crimen que está cometiendo el Señor Nicolás Maduro en Venezuela no se puede comparar con ningún otro caso. El modo en que la dictadura venezolana hace el mal, es inédito. En una de sus etapas intermedias se pudo haber comparado con las aberraciones del nazismo, pero ante lo que está sucediendo en Venezuela, Hittler quedó como un simple aprendiz del diablo.
Dios, el diablo, el paraíso, el infierno, el bien y el mal, son ideas que sirven como referentes de lo que es colectivamente aceptado o rechazado.
Existen formas de actuar, individuales o colectivas,  que se corresponden más con una idea que con otra.
El Che Guevara se parecía más al diablo que a Dios. Stalin, Mussolini, Hitler, Franco, Nicolae Seauçescu, se acercaban más a la idea del diablo, que al concepto de Dios.
La dictadura venezolana está personificada en un ser despreciable que se llama Nicolás Maduro cuyo origen es un secreto resguardado entre el régimen y la oposición, para negociar cuotas de poder.
Se trata de un ser insignificante, a no ser por el hecho de que da con gusto la cara de manera cínica por la dictadura.
Venezuela era un país de gente bondadosa en donde se descubrió la riqueza más grande de toda la historia de la humanidad.
El Dorado, las Minas del Rey Salomón, el tesoro de Alibaba, la bonanza petrolera de Abu Dabi, donde por cierto se descubrió petróleo el mismo año que en Venezuela, 1958, toda esa abundancia, son migajas, delante de la fortuna venezolana.
Pero Venezuela fue tan sólo eso, una gigantesca mina, un gran yacimiento, hoy sólo quedan los restos de una excavación.
Mientras la actividad extractiva se ejercía, se establecieron de manera circunstancial, ciudades y caseríos, pero una vez agotado el contenido de la mina, lo único que quedó fue ruina, desolación y un puñado de gente con hambre y la esperanza de un futuro mejor.
Hoy, en 2018, Venezuela es como un cadáver en descomposición, una fruta podrida, llena de gusanos, de larvas, circundada de drosophila malanogaster. El movimiento que se ve, bajo la piel corroída no es vida, es muerte, es descomposición.
En el caso de los cadáveres y de las frutas, lo que se mueve son insectos carroñeros, en el caso de Venezuela, lo que se mueve son partidos políticos, pseudo dirigentes, oposición.
«Los» partidos políticos no son una equivocación, los partidos políticos son instancias de canalización de participación ciudadana; pero en el caso venezolano, los partidos políticos actuales se constituyeron en torno a un botín, un botín que ya se agotó. La explotación de la riqueza mineral venezolana fue la razón de existir de los partidos políticos venezolanos hasta hoy día. La dirigencia de esas organizaciones tiene mentalidad prehistórica, se mueven al son del canto gregoriano, no entienden el Ska.
El orgullo francés, se siente en la Marsellesa, los gringos se identifican con  su tío, los colombianos, los peruanos, se sienten bien montañeses, pero una identidad, un orgullo venezolano, eso no existe. Lo más parecido a un orgullo nacional en Venezuela, fue el movimiento independentista de hace doscientos años.
Los líderes y la oposición venezolanos, no son patriotas, no actúan movidos por un ideal de nación, actúan como miembros de una organización electoral. El ideal de los políticos venezolanos es el concepto de democracia. Pero una identidad nacional venezolana ese pundonor de los ingleses, de los árabes, de los italianos, ese sentimiento, no existe en Venezuela.
Cuando a los venezolanos en el exilio les piden música de su país, ponen rancheras, vallenatos, reguetón, nada de Simón, cero golpe tocuyano, nada de contra danza.
Por todo eso, la crisis venezolana es tan compleja, porque no se trata solamente de la situación política y económica, que son de por sí, ya bastante complejas, sino también, de una profunda crisis de valores y de identidad nacional.
Decíamos al principio, que habíamos crecido con una idea equivocada de país porque se nos enseñó que éramos un país rico, porque teníamos mucho petróleo, con esa idea, nos levantamos por lo menos, dos generaciones de venezolanos.
Exiliados
Fuimos testigos de la bonanza petrolera, los viajes mensuales a Miami, las Navidades en Disneylandia, la luna de miel en La Gran Sabana, cambiar de automóvil cada dos años, trece reinas internacionales de belleza; pero también fuimos testigos de la desaparición de ese país, todo eso se acabó, Venezuela no existe más.
Será por eso que odio a los Beatles, porque formaron parte de mi engaño, la generación que me precedió, amaba a los Beatles, se reunía en la Tierra de Nadie y cantaba sus canciones y usaba franelas con la cara del Che. Yo no lo comprendía, pero estaba creciendo y ellos eran mi ejemplo.
Esa generación tomó las riendas del país y 60 años más tarde sigue creyendo en la Revolución Cubana y en La peste de los Castro, recuerdan con Amargura, las Fresas y escuchan la música de Jhon Lennon, con idolatría.
Venezuela no era un país rico, era una mina, un botín, una encrucijada a la que llegaron españoles, portugueses, italianos, alemanes, chinos, peruanos, colombianos, chilenos y todos crecimos juntos y contentos; pero se acabó la riqueza y cada quien se regresó para su país.
Los venezolanos del 2018, somos el resultado de esa mezcla de nacionalidades, por eso nuestras mujeres bellas y nuestra simpatía, porque nuestro país fue un puerto, si, una encrucijada, un lugar de encuentro, el paso obligatorio, claro, estamos en la puerta del continente; pero, el momento actual tiene sus propias especificidades.
Por suerte, y creo que es una de las cosas que más me alegra, ya no existen ni el Che ni los Beattles. Pero todavía nos quedan AD, COPEI, La MUD y una dirigencia política que pregona las ideas de Socialismo.
La dirigencia política venezolana actual, cree en las elecciones; pero no tienen un proyecto de país.
Cuando a la dirigencia política actual venezolana (o a cualquiera de sus voceros) le preguntan cómo salir de la dictadura, responden: ELECCIONES. Si les preguntan cómo enfrentar el éxodo masivo de venezolanos, responden: ELECCIONES. Cuando les piden su opinión sobre cómo enfrentar la gravísima crisis hospitalaria y alimenticia que vive el país, responden: ELECCIONES.
Si la dirigencia política venezolana tuviese que mandar a una dama, para un concurso internacional de belleza, ésta, en el momento de la entrevista, respondería a cualquier pregunta que se le hiciera: ELECCIONES.
Para salvar las ruinas que quedan de Venezuela, hay que acabar con dos cosas: con la dictadura y con la dirigencia política.
Después de acabar con esos dos tumores, la recuperación será lenta y dolorosa. Educar a nuevas generaciones de venezolanos no es tarea fácil; porque no existe en Venezuela un proyecto educativo, lo único que existe en Venezuela es un cronograma electoral y un montón de gente queriendo ser candidatos, a cualquier cosa, no importa, pero ir a elecciones y ser candidatos, para llegar al poder y luego llamar a elecciones para elegir a quienes se reunirán para decidir si se llama a elecciones para hacer una consulta sobre la fecha de las elecciones.
En Venezuela no existe nada, Venezuela se acabó, no hay nada que funcione, todo lo que queda en Venezuela es ruina, las instituciones son de papel, los medios de comunicación no informan, el pueblo se está muriendo de hambre y de enfermedades y no tiene tiempo para pensar, porque en lo único que piensa es en comida, porque tiene hambre. Lo que queda de Venezuela se parece más a la idea de Infierno, que al concepto de Paraíso. El dictador venezolano, o colombiano, o de donde quiera que sea el señor Maduro, se parece más a la idea del mal, que a la del bien.
La democracia no es algo que existe, es solamente una manera de hacer las cosas; pero con la condición previa de que quienes deseen hacer esas cosas, sepan cuáles son las cosas que hay que hacer y en Venezuela no hay acuerdos sobre las cosas que hay que hacer, a excepción, claro, de llamar a elecciones.
Por eso, mi consejo para las nuevas generaciones de venezolanos que no han podido salir del país y que no podrán salir y que tendrán que recoger los escombros, botar la basura y construir un país nuevo, es que no crean en nadie a quien le guste los Beatles.
Yo no tengo país, el que fue mi país, está destruido, no hubo necesidad de una guerra y no hay necesidad de caer en la trampa de la violencia social hacia dónde la actual dirigencia desea interesadamente encaminar al pueblo hambriento.
No estoy en el exilio por gusto y no creo que por estarlo, haya perdido el derecho a opinar, la confrontación no debe ser entre quienes se quedaron y quienes tuvimos que salir. La confrontación es entre el opresor y el oprimido y la salida no tiene que ser violenta.
Sábado 08.09.2018
A Darlys Arcia Pozzo

EL PULPO QUE FUMA

PULPO FUMADOR

Zeudy Acosta Paredes@zeudyacosta

Si el cigarrillo fuese mi vicio, aquél día me habría fumado hasta los dedos. Cada quien tiene su manera de drenar las tensiones, de tomar respiro o como dicen en mi tierra, de matar las pulgas. Sé de gente que luego de comer se fuma un cigarrillo, por aquello de contribuir con la digestión; o toman uno antes de dormir para otorgarse un nivel de relajación; los que consumen socialmente (si los amigos lo hacen también); están quienes deciden inhalarlo “porque no aguantan el deseo, sólo cuando se toman los tragos” y hasta para ayudarse a ir al baño se prenden uno. Pero en fin, esto no se trata de una crítica a quien decide quemarse por dentro con el tabaco, cada quien hace de su culo un tambor y busca quien se lo toque. El asunto es que yo no fumo, por razones variadas, pero creo que ante el nivel de tensión y presión que sentí aquel día, me pude fumar la cajetilla en ese momento, si con ello conseguía estabilizarme.

Una amiga venezolana residente en España me dijo, y lo puedo certificar, que una de las principales críticas que en el exterior nos hacen -porque le echamos pichón a todo, somos muy eficientes en lo que sea, sí-, que no somos muy rápidos, y en este aspecto es donde más me salpican. Llevo casi seis meses de ayudante de cocina (antes de que lo pregunten…NO COCINO). Al menos en este restaurante, el ayudante es algo así como “la esclava” del Chef. Prepara alimentos, los pica y ordena (desde ajos, legumbres, pescado y pare de contar), pero por lo general no los cocina. Puede atender y evitar que se quemen, pero no los cocina. Puede calentar y servir en el plato las sopas, pero no las cocina, y hacer que todo esté básicamente a la mano del jefe, pero cuando de saludos y elogios se trata, quien los recibe y celebra es …el Chef.

Detrás de todo hombre de éxito, hay una gran mujer, dicen. Y esa podría ser yo. Sin embargo, mi trabajo básico es lavar platos, ollas, cubiertos, el piso, las paredes, los estantes, las hornillas, el fogón, que todo esté pulcro prácticamente, y todo requiere de ser un velociraptor. Y por si fuese poco, mientras tengo una ruma de cosas por lavar y ordenar, debo también calentar alimentos en el microondas, descongelar, pelar y moler ajos, acomodar camarones, calamares, llorar al compás de las capas de las cebollas, freír papas (esas sí las cocino o las quemo dependiendo el caso y el día), todo al mismo son. Ah, ¿ya entienden cuando hablo del cigarro?

Este restaurante tiene su clientela (a base de platos variados y de mucha calidad), a mediodía algunos madeirenses tienen una cita inquebrantable aquí, y como la ciudad es en esencia una puerta al turismo, con mucha frecuencia lo visitan extranjeros. Recientemente, a causa de una festividad local, aumentó el número de comensales. A mi parecer, una marea los arrojó aquí, algo comparado con una avalancha. Eso colapsó las 29 mesas y mis pocas habilidades como ayudante de Chef. Entre mi forzada rapidez, mi pésima memoria para recordar las órdenes, sobre todo, si incluyen números ametrallados, habría dado lo que fuera, hasta una caja de cigarrillos para ser un pulpo con los 18 tentáculos  (sí, sé que sólo son 8); así, podría lavar los platos y directo a la máquina de vapor, preparar las órdenes, alcanzar los espetos, ir al frigorífico en un santiamén, podría freír las papas, lavar las sartenes e implementos más requeridos, calentar las legumbres y batatas cocidas, sin dejar de secarme el sudor y a veces las lágrimas, tomar agua y, quedaría un tentáculo para otro cigarrito.

Marzo 2015

EN CERO

LAS LETRAS ME PERSIGUEN

SE ME OLVIDÓ QUE TE OLVIDÉ

DISFRAZ DE ALEGRÍA

Falsa alegria

Zeudy Acosta Paredes / @zeudyacosta

Una vida entera se reduce a unos 46 kg. Cada quien tiene un motivo, una razón para embarcarse en un proyecto, muchas veces a ciegas. Al pasajero inmigrante le acompaña su equipaje esperanzador, y en su bolso de mano, cerquita del corazón, las lágrimas propias y ajenas; el adiós, el hasta luego y el jamás. Ser inmigrante te despoja, literalmente te desnuda y te obliga a revestirte, a cambiar, incluso de piel. No importa cómo te trate o acoja el destino escogido, ya nunca serás el mismo, nada será igual. Tu idioma, tu acento, tus costumbres, ocuparon espacio en las valijas y se aventuraron contigo, y de manera eventual, te recuerdan de dónde vienes; buscan vías de escape ante triviales circunstancias. Las añoranzas no pierden protagonismo aunque los actores y escenarios sean otros.

Ser inmigrante te conduce por lo ajeno. Pisas calles que no te pertenecen, ni tú a ellas. Estás obligado a ser valiente y enjugar los ojos inexorablemente. Es disfrazar la nostalgia y la soledad para potenciarla en voluntad. Hay voces permanentes recordándote que está prohibido tambalearse, que no está permitido retroceder. Se puede ser y estar por el desespero, por negarte a ponerle punto final a tu tiempo; se puede respirar mejor, dormir sin el desenfado de la angustia, y no despertar de golpe; sin embargo, no hay amaneceres multicolor, el sol no se asoma por el mismo punto, y la luna prefiere dejarse ver un poco más tarde. El aire es frío, y las sonrisas parecen tener precio…

 

Diciembre 2014

 

COMPAÑEROS DE VIAJE

Belén González

Siempre me gustó tener amigos, crear lazos de afecto, de complicidad, y si es cierto que los padres son nuestro ejemplo en prácticamente todos los aspectos de la vida, debo haber heredado de ellos el hábito de cultivar a las personas, pues hasta hoy ambos conservan amigos que hicieron hace más de 50 años. Seguramente, algunos de esos nexos de amistad que intentaron establecer dejaron a su paso el sin sabor de la desilusión, pero nunca se dieron por vencidos, y siempre se rodearon de gente con la absoluta disposición de querer y dejarse querer.

Aunque hay quienes afirman que las relaciones de amistad implican un vínculo afectivo menos importante que la familia o la pareja, mi propia historia me obliga a pensar diferente. Será porque a lo largo de mi vida he aprendido -a punta de contar con gente especial a mi alrededor-, que la amistad es un bien preciado, una bendición, un hilo misterioso que nos conecta con otro de una forma poderosa.

Puedo decir que tengo bastantes amigos, a sabiendas de que no todo aquel que conoces y con quien te llevas bien también lo es, e incluso, que muchas veces quienes se dicen serlo, tampoco lo son en realidad. Eso es hasta cierta forma comprensible, porque no es fácil tener amigos, el asunto implica una relación consensuada, bidireccional, absolutamente sentimental, y que implica compromiso y responsabilidad.

Ser un amigo de verdad, pasa por ignorar convencionalismos como la condición social, la sexualidad, la religión o la raza, para concentrarse en compartir sentimientos, convicciones, gustos y afecciones. Para ser amigo hay que quererse profundamente, es obligatorio ayudarse de forma desinteresada, aceptar al otro tal y como es, hacer gala de una buena dosis de tolerancia, disfrutar sinceramente de la mutua compañía, y asumir que esta valiosa relación es libre, no ata.

Una amistad es una conexión alegre, efusiva, humana e inspiradora, que puede surgir en pocos minutos o tomar años, pero que sin importar el caso, hace de cada amigo un ser insustituible en nuestras vidas.

Los amigos son una especie de “compañeros de viaje”, que por lo general forman parte de una etapa de la vida; aunque si tenemos suerte, pueden acompañarnos para siempre.

Les dije que tengo bastantes amigos, y es cierto, quizás porque yo me tomo muy en serio eso de ser amiga, asumiendo con responsabilidad, alegría, y hasta devoción el compromiso de cultivar la relación. Quizás por eso que cuando salí de Venezuela, hace ya casi 6 años, lo que más extrañaba era a mi mamá, el café de la panadería, y a mis amigos.

Con el paso de los meses fui testigo lejano, a través de las redes sociales, de cómo uno a uno mis amigos emigraban en distintas direcciones. Asumí que necesitaba reconectarme con ellos, recordarles mi afecto, hablarles de mi experiencia como inmigrante y escucharlos; en fin, sentirlos al menos a través del espacio virtual que nos ofrece un gran invento humano: la World Wide Web. Fue así como un sábado en la tarde, un poco sola y aburrida en la redacción del periódico en el que trabajaba, decidí abrir un grupo de WhatsApp integrado por los más queridos, los más cercanos, y los que manifestaban una profunda tristeza y sensación de desarraigo.

Algunos se conocían, otros no, algunos son familia que además son mis amigos, y otros, amigos que realmente se han convertido en mi familia. Muchos los convocados, pocos los que han permanecido. Como diría Yordano, en el convite se quedó sólo la madera fina; aunque muchos de los que no están son especialmente importantes para mi corazón.

Creo que eso pasó hace un par de años, y en ese tiempo he confirmado que el apoyo de gente que quieres y que te quiere, es realmente invaluable. Los miembros de ese convite variopinto e interesante, nos reímos, lloramos, nos felicitamos, nos regañamos, nos empujamos y nos apoyamos. Parece mentira pero aunque estamos en distintos lugares del mundo, de una forma casi extraña, estamos juntos, y la razón es que ese hilo que une a los buenos amigos es invisible, pero tan fuerte, que cuando la conexión está bien hecha se hace indestructible.

Mi gente, así los llamo, hace más llevadero el día a día lleno de ajetreos y asuntos por resolver, me llenan de buena vibra, riegan mi esperanza, matizan mi miedo, desdibujan mi soledad, oran por mí, me confortan y me inspiran a ser mejor. Y no son los únicos que asumen esta tarea titánica de soportarme, pues hay muchos otros buenos amigos que no están en el grupo, pero hacen exactamente el mismo trabajo con idéntica entrega. No importa hace cuánto plantamos la semilla, nos ocupamos mutuamente de regarla para que siempre florezca, eso es sin duda una especie de milagro.

Sólo quería contarles porqué para mí, la amistad es quizás la forma más perfecta del amor. Ya lo decía uno de mis más admirados pensadores, Aristóteles, quien en su famosa “Ética nicomáquea” dedica dos, de los diez libros que componen esta obra, al valor de la amistad, a la que califica como una de las más grandes virtudes del ser humano.

 

A esos virtuosos que están en mi vida, gracias.

Amigos

VIDAS DESTRUÍDAS

rESET

Dante Garnique

Me niego a reinventarme. Yo ya fui inventado.

Por varias razones, recuerdo  el primer día de clases de algunos nuevos años escolares en mi infancia. Tercer o quinto nivel de la básica:

-¿Hola, tú eres Carmen, verdad?

– Hola, sí, pero dime Carmín, es que mi nombre no me gusta, mis papás me lo pusieron porque así se llama mi abuela.

….

-Hola, Eduardo, ¿qué te pareció la maestra?

-Me pareció como brava.

-Bueno, vamos a esperar para ver cómo hace los exámenes.  ¿Mira, te puedo pasar buscando mañana para venirnos juntos?

-Sí, pero pregunta por Edu, así me llaman en mi casa.

-¿Y eso?

-Es que Eduardo es nombre de viejos. Edu me gusta más.

….

Así, recuerdo Marías, José Inés, Enriques, Amalias, Gladiolas, Teresas y otros, con nombres que no les gustaban y que incluso me preguntaban: ¿a ti te gusta tu nombre?

Siempre me pareció muy extraño que a muchos de mis contemporáneos hasta el segundo nivel de escolaridad no les gustara su nombre, quizás, ya después dejé de prestarle atención al asunto. No les gustaba su nombre, el nombre de pila, que llamamos, porque es el que menciona el sacerdote ante la Pila del Bautismo, en el momento del rito cristiano.

Hoy, en el exilio, el tema de la identidad resurge de muchas maneras:

  • ¿Y YA TIENES PAPELES?
  • Es que he tenido que reinventarme.

No!, no me da la gana de reinventarme, y si, ya tengo «papeles» (documento de identidad), tengo cédula venezolana. Pero vivo en el exilio. Ah! El exilio.

Alguien me dijo recientemente: Dante, es mejor que te sigas tomando tu Champagne a orillas del Danubio… Lo que no saben es que tomar vodka y comer blini con caviar en el exilio, es duro.

De Maracay salí por primera vez a los 21 años, más asustado que novio de hija única hermana de cuatro varones. Cinco años más tarde pegué la carrera de vuelta y recorría las calles de mi barrio con una emoción tan grande, que sólo puedo comparar con un paseo por Las Ramblas.

A pesar de extasiarme con la Sagrada Familia durante horas acostado en el suelo, nada supera para mí, la experiencia de llegar a las 5 de la madrugada a las misas de aguinaldo, con «patines de hierro», junto con Livita, Talia y Nené, en la capilla de La Coromoto.

Imagínate obligar a un ruso a vivir el resto de su vida en Para Para de Ortiz y a comer cachapas con queso e’ mano, chicharrón, y mondongo con arepas del día anterior, en la casa de tu abuela todos los fines de semana, sin posibilidad cierta de que vuelva a ver a su familia o a sus amigos de infancia, y con temperaturas de entre 25 y 35 grados centígrados durante todo el año.

Mi mayor anhelo siempre fue retirarme los últimos años de mi vida a una casa a la orilla de la playa, en Ocumare de la Costa o en la Bahía de Cata, con el cabello largo, descalzo y en bermudas color de kaki; no bebiendo vodka y comiendo caviar lejos de Venezuela. Con exilio, todo sabe igual.

Sabe a dolor, a impotencia, tiene un intenso gusto a soledad, sabe a ¿cómo aprendo a vivir sin ti? Sabe mucho a rabia y el único postre que queda es la incomprensión: “mejor es que te quedes tomándote tu Champagne a orillas del Danubio”.

Mi Retriever de 15 años se murió y no pude llorarlo, mis viejas se han muerto y no he podido abrazar a nadie que me entienda sin pronunciar una palabra y todo eso, “mientras tomo Champagne a orillas del Danubio”.

No, no me da la gana de reinventarme, yo ya he sido inventado y sí, si tengo papeles, tengo cédula de identidad venezolana y si tuviese que nacer de nuevo y escoger un nombre para mí, me seguirá seguir siendo llamado: Dante.

A Hugo Contreras / Martes

VIDAS DESTRUÍDAS

ME VOY A VER EL FÚTBOL CON MI CHIQUERO

SI NO TIENES PROBLEMAS: ESTÁS MUERTO!

eSTAS MUERTO

Belén González

Ser inmigrante tiene como consecuencia la obligatoriedad de vivir con un peso enorme sobre la espalda. De hecho, suelo decir que la vida se me ha convertido en una secuencia de asuntos por resolver que me convierten en una especie de apaga fuegos que cumple su rol sin ser bombero, porque a diferencia de estos, no cuento con la preparación formal requerida para la tarea.

Pues bien, esos pequeños fuegos de todos los días que doblegan el ánimo del mas pintao, me han puesto muchas veces en modo “tirar la toalla”, pero siempre, de la nada, aparece algún mensaje inesperado que me recuerda que la lucha diaria no es un asunto que solo a mí me compete, sino que cada quien, en su espacio, está librando su batalla con las armas que tiene a su disposición.

Contrariamente a lo que a veces pensamos, y sentimos, esa lucha constante no es exclusiva de quienes nos vimos obligados a dejar el país, porque los que están allá, así como el resto de quienes habitan este planeta tienen igualmente que lidiar a diario con problemas grandes o pequeños que los atormentan. La verdad es que nadie se salva. Seguramente lo que a mí me parece grave, para otros es una minucia y viceversa.

Mi amiga Yanet, que es casi una hermana para mí, me escribió para pedirme ayuda, quiere salir del país con su bebé, que aún no cumple los tres años, en una travesía por tierra que iría de Maracay (mi ciudad en Venezuela) a la frontera con Colombia, llegando a Cúcuta y con Perú como destino final. Ella, es una más de los cientos de miles que, desesperados, asumen esta aventura, este riesgo.

El viaje debe ser por tierra porque el niño no tiene pasaporte, y sacarlo es un proceso costoso, largo y sin garantías. Me dice que no puede esperar más. Su necesidad se me convierte en otro fuego, porque me niego a dejarla sola. Pasan dos días mientras trato de idear como ayudar, a pesar de mi propia necesidad. Cuando llamo para saber cómo van las cosas, la novedad del día me deja helada: “Que bueno que me llamas chama, se me acaba de morir mi mamá, no había medicinas en el seguro, y bueno…”.

Ella es de hierro, de acero, un diamante, coltán, no sé… una de las personas más fuerte y valiosa que conozco. Con una serenidad que me abruma me explica cómo están haciendo para reunir los gastos de la funeraria, y la logística para cremar el cuerpo en Los Teques, otra ciudad a casi 100 kilómetros de distancia, porque ahí existe crematorio “que está funcionando”. Pero los gastos que implica mover a  toda la familia hasta allá en la Venezuela de hoy, los obliga a tomar una decisión difícil,  solo un miembro de la familia acompañará los restos de la señora María.

Yo tengo problemas, como todos, pero después de escuchar lo que paso me doy cuenta de que aquello que me decía mi abuela de caras vemos y corazones no sabemos, que se resume a que siempre hay alguien en condiciones más duras que tú, era una verdad absoluta. Se reinicia mi diatriba sobre lo que está pasando,  vivir o sobrevivir?

Pero como les dije al principio, siempre hay alguien o algo que nos lanza una cuerda cuando estamos a punto de decir que no nadamos más.

Como gracias a la globalización y a la tecnología, estamos de cierta forma todos un poco más cerca, una amiga querida me escribe casi sorpresivamente desde España para preguntarme: “Belén qué te pasa que  te siento triste en tus post”. Agua fría, ni me había dado cuenta de que en Instagram podemos, de forma inconsciente, expresar dolor, rabia, angustia o tristeza con la misma fuerza con la que nos empeñamos en dibujar una vida feliz y plena, que muchas veces ni siquiera existe.

Le conté un poco de mis dificultades, me contó las suyas, y como de la nada uno de sus mensajes se convirtió  en esa cuerda, inesperada pero efectiva, que me recordó que las bendiciones en mi vida son mayores a las dificultades, y que ayudando a otros nos ayudamos nosotros mismos. Fue solo una frase, pero me recordó el valor de lo que tengo. “Si no tienes problemas: estás muerto”.

LETANÍA DE 360 GRADOS