Zeudy Acosta Paredes / @zeudyacosta
No. En esta ocasión no vengo a hablarles de la resistencia que operó bajo las sombras del banquero holandés, Walraven van Hall, durante la Segunda Guerra Mundial; ni de la Operación Antropoide gestada también en aquella época en Praga para asesinar al poderoso y temido jerarca Reinhard Heydrich (Teniente General). Podría incluso tratarse de la resistencia polaca que –conjuntamente con el Ejército Nacional en la primera línea-, impidió el avance de la ocupación nazi, pero no; tampoco tiene relación con la que en los 60 (reconocida como guerrilla), se mantuvo clandestinamente en Venezuela. Pero no, insisto, no. Me refiero a la resistencia protagonizada por venezolanos, dentro y fuera del país.
La palabra Resistencia, puede ser entendida de diversas maneras, dependiendo el contexto o propósito. Sin embargo, lo que connoto hoy tiene dos vertientes: la primera, que es la oposición a la acción de una fuerza, sobre todo la impuesta. La segunda, alude a la capacidad para resistir, aguantar, soportar. Es sobre esto último que hago énfasis hoy, en la manera en que opera en el corazón del venezolano, no de ese que frente a una crisis ve una oportunidad para sacar provecho personal, sino del empático, del solidario, del humano.
¿Quién que se precie venezolano, puede vivir o permanecer ajeno a la tragedia que vive el país? Digamos, en términos de conciliar el sueño, especialmente desde el pasado jueves 7 en la tarde cuando comenzó otra pesadilla; esta vez por causa de un apagón nacional, que al sol de hoy domingo, suma más de 60 horas en absoluta oscuridad. Si recordamos bien, sólo se había producido una situación similar en otras naciones derivado de desastres naturales, como el ocasionado por el huracán María que dejó 137 días sin el servicio a Puerto Rico; la mayoría de los que se conocen a escala mundial han ocurrido por fallas eléctricas, pero otros inducidos por regímenes como el de Fujimori en Perú (1992), Ruiz Tagle en Chile (1998), por mencionar algunos.
Somos la verdadera resistencia negada a abandonar, a renunciar, dar la vuelta y seguir de frente cuando sabemos que hay un país a oscuras, luchando contra el mal…
El caso venezolano, que entra en los récords mundiales, se supera a sí mismo por ineptitud, por acción vandálica, hasta por una macabra estrategia. Cualquier hipótesis es viable, en estos tiempos de blackout general. No es la primera vez que ocurre durante la “revolución”, sólo que en esta ocasión el menoscabo englobó al territorio entero. Desde una vista satelital, se pudo apreciar en la oscuridad de la noche, a una Venezuela inexistente. Reconocida en el imaginario por aquellos que conocen su silueta de “elefante” besada por el Mar Caribe.
Eso pretende el tirano-ususpador y su camarilla de sátrapas, y a eso nos hemos resistido; que se nos borre el mapa, que se nos olvide que existimos como nación, que nuestras voces se pierdan en la inmensidad y silencio de la noche. Hay un blackout globalizado, porque ellos son eso, y desde la tenebrosidad de sus almas, sólo saben emanar oscuridad. No existen medios de comunicación tradicionales en funcionamiento: radios desconectadas, televisoras servidas al dictador; sólo las redes sociales son útiles como canal para escuchar los gritos de desesperación desde el núcleo venezolano. Afuera, intentamos no hacer eco de la fatalidad, de aminorar el drama, de encontrar un recodo, una rendija por donde decirles: ESTAMOS CON USTEDES, RESISTAN. Pero al mismo tiempo, cogemos fuerzas para al unísono reventar ventanas, abrir puertas, destronar rumores, conminamos al mundo entero para que no nos dejen solos, ni a los de adentro ni a los que huimos alguna vez. Intentamos hacernos de valor y resistir; eso mis hermanos, resistir, porque somos la verdadera resistencia, desde hace 20 años, desde entonces, hemos resistido tanto y todo.
Es una resistencia de escaladas, de traiciones depuestas, de redes sociales, de remesas, de enormes sacrificios, de kilométricas caminatas de un país a otro para salvarse el pellejo; una resistencia ante la inhumanidad, porque no podemos esperar actos humanos de quienes, si alguna vez tuvieron ese sentido, hace mucho que lo perdieron, como perdieron el juicio, como perdieron la sensibilidad, porque tienen una conciencia cauterizada, ya no sienten más que odio y ambición.
Afuera, intentamos no hacer eco de la fatalidad, de aminorar el drama, de encontrar un recodo, una rendija por donde decirles: ESTAMOS CON USTEDES, RESISTAN.
Somos la verdadera resistencia que no entiende cómo actúa un criminal porque para ello sería imperativo ponerse en sus zapatos y pensar como tal; comprender cómo piensa y actúa un exterminador, obliga un estudio minucioso que no haremos y que por tanto, nos resulta tan difícil digerir. Sólo sabemos eso, que son genocidas, que se alegran del dolor ajeno, que se burlan de la muerte como si fuesen inmunes, que caminan sobre los muertos que ellos mismos han propiciado. Somos la verdadera resistencia negada a abandonar, a renunciar, dar la vuelta y seguir de frente cuando sabemos que hay un país a oscuras, luchando contra el mal. Y combatir esto, no es un tarea de un día, ni de una semana, llevamos años resistiendo, negados a ser como ellos, a aceptar que el hambre es normal, que la miseria debe sentarse en la mesa; que vivir con agua, con gas, con luz es un privilegio de pocos, que matar es un hábito, que morir es una ley. Acabar con esos demonios, requiere de la voluntad de todos, los de adentro y los de afuera, porque no hemos dejado de ser, ni sentir a Venezuela. Resiste Venezuela, resiste.
Excelente Zeudy, un artículo de primera. Gracias por estas catarsis..
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Agradecida por tu tiempo y opinión. Un abrazo grande.
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