NI HÉROE, NI MAGO… HUMANO

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Zeudy Acosta Paredes / @zeudyacosta

Hace cierto tiempo leí un texto de Mario Vargas Llosa, en el que aseveraba -palabras más, palabras menos -, que Venezuela es una especie de mujer malquerida, maltratada por siglos, a espera de que alguien la rescate, la salve y le ofrezca un poco de amor.  Entonces pienso que quizá por ello, cree en la palabra de cualquiera, que quizá por ello la traicionan, la manosean a placer; sin embargo, es posible que también se haya equivocado en confiar en los menos indicados, teniendo la oportunidad de elegir a un buen pretendiente.

Aunque de la boca para afuera decimos que deseamos la libertad del país, en el interior, priva muchas veces el interés propio…

En honor a la verdad, después de tantos años en manos de perversos, no debe ser sencillo creer que existan buenas intenciones, es razonable. Nos pasó con Oscar Pérez, para luego arrepentirnos al saber que no estaba mintiendo, y lo que pasó es que probablemente aguardando un contingente o un batallón que lo respaldara, y lo dejamos solo. Algo similar observo con Juan Guaidó -salvando las distancias-, pues se insiste en pensar que es un héroe, que es un mago, y sólo es un hombre. Ha sido el convocado, con un plan, con una estrategia que, quizá no es la que muchos desean, pero con la cual ha demostrado que va en serio.

Ahora bien, en aquel momento en el que falla su propósito, Oscar Pérez fue la comidilla de propios y extraños en las redes sociales y otros medios de comunicación. El número de personas que evaluó la posibilidad de no ser un traidor a la patria fue minúsculo, hasta que el régimen lo masacró, allí sí fue un patriota. Allí sí se comprendió el objetivo que como dijo Neomar Lander «era la lucha de pocos, para el beneficio de todos».

Veamos, entre millones de personas hay quienes han entendido cómo debe funcionar este proceso hacia la transición, cesada la usurpación del poder y la posterior convocatoria a elecciones libres, todo un trascendental compromiso para el  momento histórico del país, léase bien, el país; es decir, Venezuela como nación. No es un tratado personal o particular, en virtud de que precisamente, creo que es una de las enormes fallas del pueblo venezolano,  aparte del hecho de no tener memoria colectiva.

Un rostro nuevo, un discurso de unión, desprendido de violencia y amenazas.

Aunque de la boca para afuera decimos que deseamos la libertad del país, en el interior, priva muchas veces el interés propio, ¿Qué gano yo con esto, qué provecho le puedo sacar? Y ojo, eso no es exclusivo de los políticos, también el ciudadano común lo piensa y aplica. Adicional a esto, tenemos también los opinadores de oficio, de los intelectuales del teclado que, estando y padeciendo la crisis en suelo venezolano, son incapaces de asistir a una asamblea comunal, a colaborar en su entorno, a apoyar con acciones contundentes en una lucha que es de todos, no sólo de un hombre y su partido político.  Queremos que por arte de magia, todo ocurra, sin un mínimo de esfuerzo, y fíjense que no hablo de sacrificios, sino de voluntad de aportar.

Cuando nadie apostaba a la inminente derrota de la tiranía, hubo de aparecer un hombre que si bien, pocos conocíamos, le ha aportado un giro significativo al rol de la oposición en términos de participación, de unidad y de progreso. Un rostro nuevo, un discurso de unión, desprendido de violencia y amenazas. Un hombre que pese a haber logrado que el mundo volteara a vernos sin indiferencia, con un reconocimiento masivo de la triste e incomprensible realidad que nos aqueja, aun genera dudas y reclamos infundados. Hay personas que no acreditan en la posibilidad de concretar la liberación -por encima de una intervención militar extranjera-, por el contrario, prefieren sentenciarlo, criticar despectivamente cada paso, cada acción, siendo ellos mismos incapaces de aportar nada.

Es notorio el nivel de desesperación de estos tiempos, es palpable el deseo de que cese la criminalidad, la barbarie, el malandreo. Es comprensible el agotamiento e incluso la desesperanza, pero ¿acaso Guaidó no viene cumpliendo la palabra empeñada?. En dos meses no es posible acabar con la era Chávez – Maduro y su amargo y despreciable legado, aunque visiblemente se viene desmoronando. En efecto, el camino más fértil para muchos es señalarlo porque no aprovechó la invasión cuando fue quemada la ayuda humanitaria; que ¿por qué desaprovechó el apagón?, ¿qué está esperando para ordenarle a los marines que vengan a salvarnos?, como si dependiera de él exclusivamente. Se pierden las perspectivas de tal manera que incluso se ha llegado a criticarle que va a misa, que sea católico. Señores, es política y en este campo todo tiene un propósito; señores, esto es geopolítica pura y no funciona como si se tratase de una discusión familiar o en la comunidad educativa.

Es comprensible el agotamiento e incluso la desesperanza, pero ¿acaso Guaidó no viene cumpliendo la palabra empeñada?.

Sin llegar a endiosarlo, Juan Guaidó puede perfectamente ser el hombre que contribuya a arar el terreno para sembrar futuro de bienestar y progreso para el país, pero aunque cuente con la vehemencia y aprobación de cientos de naciones – lo que llamaría una pela internacional -, y respaldo del mismísimo imperio, honestamente eso es inviable sin el apoyo del pueblo venezolano, de usted como ciudadano, quien debe comprender primero su responsabilidad en este tiempo y, también, reconocer que haber desenmascarado y acorralado al usurpador al punto de que cada vez tenga menos dinero para robar, y que sea repudiado mundialmente, amén de una irrefutable ruptura en el seno de la tiranía, no ha sido por arte de magia. Eso lo ha conseguido Guaidó, el hombre.

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