ASESINOS CON IMPUNIDAD

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Belén González /@mbelengg

La visión de Hugo Chávez estaba clara desde el principio, siempre dijo que su revolución era «pacífica, pero armada«, y en consecuencia, en junio de 2001, creó los “Círculos Bolivarianos”, a los que por cierto, pertenecían los llamados “Pistoleros del Puente Llaguno”, los primeros asesinos de manifestantes en la Venezuela chavista.

Esta estructura creada como barrera de choque para la defensa de la revolución bolivariana, se mantuvo por un tiempo, pero fue difícil ampliarla, y a la larga, se diluyó. Lo interesante es que para ese momento ya estaba en marcha un nuevo plan que comenzó a gestarse cuando Chávez salió, abrupta pero brevemente, del poder en 2002, justo el tiempo en que algunos de los colectivos caraqueños impulsaron su vuelta al poder.

…hacen el trabajo sucio que las fuerzas de seguridad no pueden hacer para evitar problemas legales, como amedrentar, eliminar y silenciar a quienes se oponen al régimen o a sus líderes.

Los colectivos no son una creación del chavismo, existían años antes de la aparición de la revolución bolivariana, especialmente en las barriadas más pobres de Caracas, como el 23 de Enero, donde actuaban como grupos de izquierda comprometidos con el trabajo social.  Por supuesto, cuando apareció Chávez, encontraron en su discurso un espacio, y en su figura, un líder capaz de aglutinarlos; así comenzó una relación de beneficio bidireccional, a veces complicada, pero siempre efectiva para ambas partes.

En señal de agradecimiento a su respaldo, el caudillo decidió apadrinarlos y bautizarlos como el «brazo armado de la revolución bolivariana», seguramente inspirado en los “logros” de las milicias iraníes que tanto llamaban su atención. Los dotó con “jugueticos” como motocicletas, armas rusas, granadas, sistemas de comunicación, y equipos de vigilancia. Pero su generosidad fue más allá, pues para asegurar que cumplirían su misión, se encargó de que recibieran entrenamiento de la guerrilla colombiana.

Hugo Chávez vociferaba a viva voz y con orgullo que la función de los colectivos era «defender a la revolución bolivariana». Su discurso romántico y la generosidad para repartir armas a diestra y siniestra preparó el terreno para la formación de nuevos grupos armados, que adoptaron el nombre de colectivos, pero sin responder a una ideología política de izquierda, como en el caso de los colectivos tradicionales entre los que destacan los Tupamaros, de tendencia marxista-lenilista; los Carapaicas, que visten prendas militares y ocultan sus rostros; o La Piedrita, al que se adjudican numerosos homicidios.

Hoy en día, también ocupan un rol importante la Coordinadora Simón Bolívar, que se autoproclama como uno de los colectivos fundadores; el Colectivo Alexis Vive famosos tras el ataque a la sede de Fedecámaras; y el Gran Polo Patriótico, integrado por 28 Consejos Patrióticos Sectoriales, descrito como el más grande y organizado grupo de asesinos en el país. Aunque los mencionados colectivos actúan en la capital, estos grupos armados también se multiplicaron en el interior, siempre bajo la protección de los líderes chavistas regionales.

Guapos y apoyaos, los colectivos, quienes se autodenominan fieles al PSUV, tienen carta blanca para actuar con impunidad, hacen el trabajo sucio que las fuerzas de seguridad no pueden hacer para evitar problemas legales, como amedrentar, eliminar y silenciar a quienes se oponen al régimen o a sus líderes. Se convirtieron en hordas de gatillos alegres que forman parte de la nómina en alcaldías, ministerios, gobernaciones, e incluso, muchos de sus miembros son guardaespaldas de altos personeros del gobierno o funcionarios de seguridad en distintas instituciones.

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Es evidente que los colectivos mutaron hasta convertirse en asesinos a sueldo, con una ambición desmedida que aplaca, a punta de secuestros, extorciones, ajustes de cuentas y desapariciones forzadas que no necesariamente tienen que ver con la revolución bolivariana, sino con el “negocio”. Son tan peligrosos, y temidos, que ya no necesitan disparar, su sola presencia provoca pánico, porque todos saben de qué son capaces.

Por eso no extraña que ya Nicolás Maduro no pueda controlarlos, pues son agentes autónomos, apenas algunos responden a las órdenes de Diosdado Cabello, otros a las Freddy Bernal, jefe nacional de los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, semillero de estos “civiles armados”. Sin embargo, es un hecho cierto que los colectivos siguen siendo efectivos para enfrentar las manifestaciones de oposición y crear miedo, para amedrentar a dirigentes opositores, medios y periodistas, siguiendo la pauta que en 2009 marcó la desaparecida Lina Ron, al tomar las instalaciones de Globovisión.

Llevan a cuestas decenas de muertos durante las manifestaciones, muchos de ellos jóvenes estudiantes, pero además se han dado el tupé de influenciar procesos electorales, a punta de intimidación, como hicieron en 2013. Los colectivos, además, estuvieron involucrados en la Operación Gedeón, durante la cual fueron asesinados con saña Óscar Pérez y sus hombres. De forma recurrente buscan interrumpir las sesiones de la Asamblea Nacional, y en 2019 siguen actuando con absoluta impunidad.

Desde que Juan Guaidó se juramentó como Presidente Interino, lo rondan, sabotear sus planes es la orden, no en vano el 23 de febrero de este año, día pautado para el cruce de la ayuda humanitaria desde Colombia, los colectivos recorrieron las calles de Táchira dejando a su paso dos muertos. También lo atacaron saliendo de la Asamblea Nacional, se hacen presentes en las localidades donde tiene previsto encuentros con los ciudadanos, y buscan amedrentar con acciones “sutiles” a otros dirigentes políticos, como rodear la casa del líder de Voluntad Popular, Leopoldo López, aprovechando la oscuridad de los apagones que son ya cosa de todos los días en Caracas, y en el resto del país.

La razón de su dualidad es una sola, los colectivos se hicieron indispensables, el régimen depende de ellos…

Y mientras la actividad delictiva de los colectivos está a la vista de todos, el chavismo, que se caracteriza por su reiterativa negación de la realidad e incongruencias, va y viene fijando posición sobre la acción de estos grupos armados. La ministra para el Servicio Penitenciario, Iris Varela, los describe como el «pilar fundamental de la patria»; mientras el Canciller Jorge Arreaza afirma que tienen “un comportamiento ejemplar” en defensa de la revolución bolivariana.

El ministro de Comunicación e Información, Jorge Rodríguez, que como sabemos es un mentiroso patológico desconoce su existencia; y el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, quien hace algún tiempo expresó públicamente la necesidad de eliminarlos, terminó defendiéndolos al afirmar que los pobres simplemente “han malinterpretado el mensaje”.

A Diosdado no le da pena mostrarse con ellos y en actitud amenazante, como es su costumbre. Pero el más patético es Nicolás Maduro, quien primero dijo que los colectivos no tenían lugar en la revolución, aunque luego afirmó que ellos “son gente buena, trabajadora” a quienes apoya porque tratan de desprestigiarlos. La razón de su dualidad es una sola, los colectivos se hicieron indispensables, el régimen depende de ellos, no hay remedio, de allí el anuncio de ampliar a medio millón de miembros la llamada Milicia Nacional Bolivariana, de la que estos delincuentes armados forman parte.

Son un peligro de muerte inminente, todos lo saben, especialmente ahora que el dictador pidió a los colectivos “cero tolerancia” con la disidencia. Estamos a merced de los asesinos del régimen.

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