SE EXTRAVIÓ LA DECENCIA

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Belén González@mbelengg

Vivimos en una sociedad de moral distraída, maleable en función de las circunstancias o conveniencias; seguramente por eso un individuo honrado, respetuoso, honesto, confiable, leal y correcto, es difícil de encontrar, e incluso para los más ortodoxos, una especie en peligro de extensión. La razón es que quien cuente con tales cualidades está considerado, más allá de lo abstracto del concepto, una persona decente.

 … en la construcción de un posible futuro, trabaja un liderazgo de oposición que incluye varias manzanas podridas.

La palabra decencia deriva del término latín “decentia” con el que se determina un actuar íntegro, adverso a la mentira y la corrupción; siendo por tanto, desde el principio de los tiempos, el referente de calidad en el comportamiento de un individuo. En consecuencia, la gente decente es aquella que vive en función a sólidos cimientos que lo inspiran a ser prudente y a comportarse dignamente, entendiendo sus deberes y derechos para con los demás y para con las normas establecidas.

Una persona decente, no es necesariamente impoluta, porque todos cometemos errores, pero en definitiva éste es un valor que no puede asumirse como un asunto relativo, porque no basta definirse como decente para serlo, si en la práctica nos manejamos entre intenciones ocultas, propiciamos la caída de otros para surgir, omitimos o disfrazamos la verdad, o si nos quedamos con lo que no nos pertenece.

… la honestidad, premisa máxima para el ejercicio de gobierno, no es precisamente la piedra angular en el comportamiento de una casta política criolla,que actúa en función a posturas demagógicas y manejos oscuros.

En Venezuela, hablar de decencia puede resultar riesgoso en muchos escenarios, en especial en el ejercicio de la política. Si bien sería un error afirmar que todo político actúa alejado de la decencia, está claro que la honestidad, premisa máxima para el ejercicio de gobierno en palabras del mismísimo Simón Bolívar, no es precisamente la piedra angular en el comportamiento de una casta política criolla que actúa en función a posturas demagógicas y manejos oscuros.

Da la impresión de que la decencia se ha extraviado y de que son pocos los interesados en recuperarla, seguramente seducidos por esa moral laxa que caracteriza los nuevos tiempos. En este pozo caen griegos y troyanos, aunque ciertamente estos últimos han demostrado un especial talento para convertirse por mérito propio en indecentes, un calificativo que va mucho más allá del simple prefijo, porque define a la persona convertida en delincuente; hecho nada extraño o sorprendente considerando que uno de los más grandes logros del chavismo ha sido la prostitución del individuo.

Son precisamente estos indecentes quienes han hecho de la corrupción, la mentira, la sinvergüenzura, el tráfico de influencias, la asignación a dedo de contratos públicos, el abuso de poder, del robo y hasta del asesinato, una norma. No sólo desdeñan la decencia, sino que actúan de forma inmoral y cínica. Ejemplos tenemos por doquier, militares dedicados al tráfico de drogas con la abierta complicidad del gobierno chavista, torturadores de oficio, y confesos radicales de la “revolución bolivariana”.

… uno de los más grandes logros del chavismo ha sido la prostitución del individuo.

Magistrados del Tribunal Supremo de Justicia que dictan sentencias absurdas para obedecer a los intereses de la élite del régimen, y que además, irrespetan la dignidad de su posición, al reunirse ataviados formalmente para gritar abiertamente y con absoluto desparpajo consignas chavistas dejando claro que lo importante en su ejercicio no es la consecución de la justicia, sino el servilismo.

La decencia en nuestro país está perdida por culpa de sindicalistas que dejaron de representar a los trabajadores para obedecer ciegamente a un Estado-patrono que ha llevado el país a la ruina, y que tiene a la mayoría de los venezolanos viviendo en la miseria. Así como de esos maestros y profesores que usan escuelas públicas y universidades piratas como centros de adoctrinamiento de una pseudocorriente ideológica absurda y distorsionada que beneficia a una minoría en detrimento de la mayoría, que cercena libertades, que vulnera los derechos y no cumple con sus deberes.

Los venezolanos, y hablo en plural porque esa es una responsabilidad compartida, hemos dejado nuestro país en manos de unos populistas indecentes, eso es una desgracia, pero en este momento, lo más peligroso es que en la construcción de un posible futuro, trabaja un liderazgo de oposición que incluye varias manzanas podridas, figuras con reconocido rabo de paja que cercenan la esperanza. Hay quienes afirman que todos tenemos derecho a rectificar, eso no se discute, pero debemos insistir hasta en cansancio en el hecho de que para llevar las riendas de una casa, de una empresa, y en especial de un país, la premisa fundamental tiene que ser la decencia, que, en nuestro caso, ojalá no esté extraviada para siempre.

No es tolerable que el imperio de la indecencia domine en la política”
Emilio Lledó

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