Zeudy Acosta Paredes / @zeudyacosta
Hablar de delincuentes y Gobierno en Venezuela, es prácticamente redundar. Lo primero que quiero aclarar es que dije Gobierno, para que se entendiera la premisa, pero a partir de ahora las cosas por su nombre: RÉGIMEN DICTATORIAL o NARCODICTADURA. El punto es que el esquema delincuencial que se ha tejido durante las últimas dos décadas, lógicamente con auspicio del innombrable y repotenciado por su heredero, ha dado frutos; no favorables para el país, claro está, sino para el régimen dictatorial que, aprovechándose de sus viles estrategias, ha convertido a la nación en una cantera de malandros, a quienes organiza, adiestra y auspicia, dentro y fuera de las cárceles. Entiéndase, la delincuencia es una institución, es un Estado mafioso.
Hablar de pranes -una palabra también institucionalizada en las cárceles venezolanas, y de uso exclusivo del país que tuvo su génesis en el mandato de Chávez-, es hacer alusión al liderazgo que sostienen, algunos individuos entre sus iguales, en los centros de reclusión. El tema se ha vuelto tendencia no sólo en redes sociales, sino en la cotidianidad de nuestras vidas, en especial, en los últimos días cuando Petare está como Troya, ardiendo a punta de balas de muy alto calibre, “para capturar a un pran de calle”. Y por aquí viene el asunto.
Parece que uno hablara de lo mismo cuando se refiere a malandros y ministros, delincuentes y gobernadores, narcos y presidente…
Resulta que extraoficialmente, la palabra PRAN, tiene una escalofriante connotación. Se emplea para identificar con cada una de las letras que la componen, como si se tratase de un acróstico, lo siguiente: P de preso, R de rematado (*), A de asesino y N de nato. En palabras simples, un pran, es aquel que se encuentra recluido en una cárcel, ha sido o es rematado, y aún más horripilante, se concibe como un asesino nato; es decir, nació siendo un asesino. Visto así, quiere decir que no tiene escrúpulos ni sentimientos de moral al momento de ejecutar o quitarle la vida a otra persona. ¿Me van siguiendo?
Por tanto, por más que uno se niegue, al entender esto de robar vidas sin pudor, se termina pensando en quienes han estado a la cabeza de las instituciones venezolanas en los últimos 21 años, es el mejor referente. Allí están, todos sin excepción, en el banquillo de los acusados, porque la responsabilidad pesa sobre sus hombros, ante las más de 300 mil personas que han perdido la vida en manos del hampa desde 1998. En una suerte de avalancha recuerdo a ministros de Interior y Justicia, de Asuntos Penitenciarios, la Defensoría del Pueblo, la Fiscalía General, los cuerpos de seguridad y un largo etcétera.
Asimismo, en este desfile se pasean nombres como el de Lina Ron, “El Pollo” Carvajal, Valentín Santana, los colectivos (Tupamaros, Carapaica y La Piedrita), por su complicidad en la constitución de lo que bautizaron como “el brazo armado de la Revolución», hoy, los dueños de las calles del país. Son la ley, al mejor estilo de Juárez y Sinaloa. Parece que uno hablara de lo mismo cuando se refiere a malandros y ministros, delincuentes y gobernadores, narcos y presidente, y así sucesivamente; caimanes de un mismo pozo diría mi abuelo. Ha surgido una estrecha vinculación a tales niveles que, por ejemplo, la propia ministra de Asuntos Penitenciarios, Iris Varela, sostiene una relación casi íntima con pranes de diferentes centros de reclusión, con quienes se le ha visto retratada con un áurea de amistad y cercanía inusitados. Ella junto a Tareck El Aisami, conjugan un duo más que dinámico, yo diría, explosivo.
Por donde uno se asome para tratar de comprender lo que ocurre, se tropieza con el horror. Lo de Petare, pudiera uno creer que es la gota que ha rebozado el vaso, pero esa agua se ha derramado hace bastante; lo que ha cambiado en este caso, es la manera en que se va fraguando todo. El cabecilla de una banda de delincuentes del segundo barrio más peligroso de América Latina, ha retado y burlado al sistema de seguridad venezolano. FAES, CONAS, CICPC y GNB, hoy son un todo, muy cohesionado intentando eliminar y silenciar a “Wilexis”, quien ha demostrado ser un «duro de matar», mientras ofrece declaraciones, amenazas y gira instrucciones vía Twitter. Este conflicto armado que comenzó con supuestos enfrentamientos entre grupos criminales -en medio de la cuarentena por el COVID-19 y la escasez de gasolina-, ha dejado en evidencia lo que fueron secretos a voces en la opinión pública nacional e internacional.
Por una parte, que el confinamiento no reduce el nivel de criminalidad imperante en la Gran Caracas, donde cohabitan las denominadas “Zonas de Paz” bajo el estricto control del pranato; además, se muestra claramente el arsenal que disponen, por cuanto desde hace una semana, en las redes sociales, audios y videos dan cuenta de detonaciones de armas automáticas; así como ráfagas de disparos al aire, fogonazos de metralletas, acompañados de la inevitable angustia que los propios residentes del barrio José Félix Ribas y de urbanismos cercanos denuncian a medias. ¿Cuánto tiempo tardó el régimen en pronunciarse al respecto? Al parecer estaban demasiado ocupados por atrapar a tres “pelagatos” involucrados en un supuesto golpe ideado desde tierra estadounidense, cuya entrada al país tendría como escenario algunas playas venezolanas, a bordo de unos peñeros. Acaba uno por concluir que todo ha sido planificado con saña y alevosía.
Paradójico resulta además, que el régimen emita ahora orden de aprehensión a unos sujetos implicados en estas operaciones fantasmas, mientras la sombra de una orden de captura con recompensa incluída de manos de las autoridades de EEUU, les persigue. Parece el cuento del gallo pelón.
…el confinamiento no reduce el nivel de criminalidad imperante en la Gran Caracas, donde cohabitan las denominadas “Zonas de Paz” bajo el estricto control del pranato…
Ahora bien, es más que evidente que les ha salido el tiro por la culata, porque son esos mismos delincuentes de barrios, quienes en su momento, han formado parte de grupos represivos que en diversas manifestaciones se han encargado de asesinar a jóvenes estudiantes y de delinquir a sus anchas; sin embargo, parece que la tortilla se les ha volteado y el perro ahora muerde la mano del amo. Detrás de este crucial y magnánimo operativo peinando todo Petare con tanques de guerra incluídos -que se ha llevado a su paso la vida de inocentes-, debe esconderse una tramoya de dimensiones inimaginables.
Es muy sencillo, matemática simple. Cualquiera que haya formado parte de este régimen, aunque ahora se presente como víctima o mansa ovejita (Ortega Díaz, Rafael Ramírez, Juan Barreto, Gabriela Ramírez, entre muchos), debe tener el mismo talante y haberse prestado para su juego sucio. Una persona honesta y comprometida con el país, jamás podría coincidir en el mismo partido de fútbol, para defender la misma camiseta junto con los cabecillas de cárteles de drogas, que han confinado al país -no por causa del Coronavirus precisamente-, a merced de paramilitares, guerrilla, colectivos, pranes y narcotraficantes, valga la redundancia, del Gobierno.
(*) Rematado: Se refiere a los reclusos que ya han sido condenados con sentencia firme por un tribunal de justicia.
Escalofriante realidad.
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A veces me cuesta entender, cómo llegamos a esto…
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