
Dante Garnique
Veinte años en dictadura y sólo dos en el exilio.
Cuántos años lejos del país de los amigos, a cuántos funerales hay que dejar de asistir a causa de la distancia, a cuántas personas hay que dejar de conocer por culpa de la ausencia, para tener el derecho a decir lo que se piensa sin que alguien se sienta con la autoridad moral de descalificar la opinión del desterrado?
Treinta y seis años creyendo en una idea equivocada de país más dieciocho luchando contra una idea de país en la que no se cree, para terminar en el exilio no dan el derecho a protestar?
Qué es el exilio? El exilio es perder todo. Es perder la vida y saber que se está perdiendo. Es perder a los amigos, a la familia, es perder la identidad y estar obligado a encontrar una nueva y todo eso, claro, en contra de la propia voluntad.
El crimen que está cometiendo el Señor Nicolás Maduro en Venezuela no se puede comparar con ningún otro caso. El modo en que la dictadura venezolana hace el mal, es inédito. En una de sus etapas intermedias se pudo haber comparado con las aberraciones del nazismo, pero ante lo que está sucediendo en Venezuela, Hittler quedó como un simple aprendiz del diablo.
Dios, el diablo, el paraíso, el infierno, el bien y el mal, son ideas que sirven como referentes de lo que es colectivamente aceptado o rechazado.
Existen formas de actuar, individuales o colectivas, que se corresponden más con una idea que con otra.
El Che Guevara se parecía más al diablo que a Dios. Stalin, Mussolini, Hitler, Franco, Nicolae Seauçescu, se acercaban más a la idea del diablo, que al concepto de Dios.
La dictadura venezolana está personificada en un ser despreciable que se llama Nicolás Maduro cuyo origen es un secreto resguardado entre el régimen y la oposición, para negociar cuotas de poder.
Se trata de un ser insignificante, a no ser por el hecho de que da con gusto la cara de manera cínica por la dictadura.
Venezuela era un país de gente bondadosa en donde se descubrió la riqueza más grande de toda la historia de la humanidad.
El Dorado, las Minas del Rey Salomón, el tesoro de Alibaba, la bonanza petrolera de Abu Dabi, donde por cierto se descubrió petróleo el mismo año que en Venezuela, 1958, toda esa abundancia, son migajas, delante de la fortuna venezolana.
Pero Venezuela fue tan sólo eso, una gigantesca mina, un gran yacimiento, hoy sólo quedan los restos de una excavación.
Mientras la actividad extractiva se ejercía, se establecieron de manera circunstancial, ciudades y caseríos, pero una vez agotado el contenido de la mina, lo único que quedó fue ruina, desolación y un puñado de gente con hambre y la esperanza de un futuro mejor.
Hoy, en 2018, Venezuela es como un cadáver en descomposición, una fruta podrida, llena de gusanos, de larvas, circundada de drosophila malanogaster. El movimiento que se ve, bajo la piel corroída no es vida, es muerte, es descomposición.
En el caso de los cadáveres y de las frutas, lo que se mueve son insectos carroñeros, en el caso de Venezuela, lo que se mueve son partidos políticos, pseudo dirigentes, oposición.
«Los» partidos políticos no son una equivocación, los partidos políticos son instancias de canalización de participación ciudadana; pero en el caso venezolano, los partidos políticos actuales se constituyeron en torno a un botín, un botín que ya se agotó. La explotación de la riqueza mineral venezolana fue la razón de existir de los partidos políticos venezolanos hasta hoy día. La dirigencia de esas organizaciones tiene mentalidad prehistórica, se mueven al son del canto gregoriano, no entienden el Ska.
El orgullo francés, se siente en la Marsellesa, los gringos se identifican con su tío, los colombianos, los peruanos, se sienten bien montañeses, pero una identidad, un orgullo venezolano, eso no existe. Lo más parecido a un orgullo nacional en Venezuela, fue el movimiento independentista de hace doscientos años.
Los líderes y la oposición venezolanos, no son patriotas, no actúan movidos por un ideal de nación, actúan como miembros de una organización electoral. El ideal de los políticos venezolanos es el concepto de democracia. Pero una identidad nacional venezolana ese pundonor de los ingleses, de los árabes, de los italianos, ese sentimiento, no existe en Venezuela.
Cuando a los venezolanos en el exilio les piden música de su país, ponen rancheras, vallenatos, reguetón, nada de Simón, cero golpe tocuyano, nada de contra danza.
Por todo eso, la crisis venezolana es tan compleja, porque no se trata solamente de la situación política y económica, que son de por sí, ya bastante complejas, sino también, de una profunda crisis de valores y de identidad nacional.
Decíamos al principio, que habíamos crecido con una idea equivocada de país porque se nos enseñó que éramos un país rico, porque teníamos mucho petróleo, con esa idea, nos levantamos por lo menos, dos generaciones de venezolanos.

Fuimos testigos de la bonanza petrolera, los viajes mensuales a Miami, las Navidades en Disneylandia, la luna de miel en La Gran Sabana, cambiar de automóvil cada dos años, trece reinas internacionales de belleza; pero también fuimos testigos de la desaparición de ese país, todo eso se acabó, Venezuela no existe más.
Será por eso que odio a los Beatles, porque formaron parte de mi engaño, la generación que me precedió, amaba a los Beatles, se reunía en la Tierra de Nadie y cantaba sus canciones y usaba franelas con la cara del Che. Yo no lo comprendía, pero estaba creciendo y ellos eran mi ejemplo.
Esa generación tomó las riendas del país y 60 años más tarde sigue creyendo en la Revolución Cubana y en La peste de los Castro, recuerdan con Amargura, las Fresas y escuchan la música de Jhon Lennon, con idolatría.
Venezuela no era un país rico, era una mina, un botín, una encrucijada a la que llegaron españoles, portugueses, italianos, alemanes, chinos, peruanos, colombianos, chilenos y todos crecimos juntos y contentos; pero se acabó la riqueza y cada quien se regresó para su país.
Los venezolanos del 2018, somos el resultado de esa mezcla de nacionalidades, por eso nuestras mujeres bellas y nuestra simpatía, porque nuestro país fue un puerto, si, una encrucijada, un lugar de encuentro, el paso obligatorio, claro, estamos en la puerta del continente; pero, el momento actual tiene sus propias especificidades.
Por suerte, y creo que es una de las cosas que más me alegra, ya no existen ni el Che ni los Beattles. Pero todavía nos quedan AD, COPEI, La MUD y una dirigencia política que pregona las ideas de Socialismo.
La dirigencia política venezolana actual, cree en las elecciones; pero no tienen un proyecto de país.
Cuando a la dirigencia política actual venezolana (o a cualquiera de sus voceros) le preguntan cómo salir de la dictadura, responden: ELECCIONES. Si les preguntan cómo enfrentar el éxodo masivo de venezolanos, responden: ELECCIONES. Cuando les piden su opinión sobre cómo enfrentar la gravísima crisis hospitalaria y alimenticia que vive el país, responden: ELECCIONES.
Si la dirigencia política venezolana tuviese que mandar a una dama, para un concurso internacional de belleza, ésta, en el momento de la entrevista, respondería a cualquier pregunta que se le hiciera: ELECCIONES.
Para salvar las ruinas que quedan de Venezuela, hay que acabar con dos cosas: con la dictadura y con la dirigencia política.
Después de acabar con esos dos tumores, la recuperación será lenta y dolorosa. Educar a nuevas generaciones de venezolanos no es tarea fácil; porque no existe en Venezuela un proyecto educativo, lo único que existe en Venezuela es un cronograma electoral y un montón de gente queriendo ser candidatos, a cualquier cosa, no importa, pero ir a elecciones y ser candidatos, para llegar al poder y luego llamar a elecciones para elegir a quienes se reunirán para decidir si se llama a elecciones para hacer una consulta sobre la fecha de las elecciones.
En Venezuela no existe nada, Venezuela se acabó, no hay nada que funcione, todo lo que queda en Venezuela es ruina, las instituciones son de papel, los medios de comunicación no informan, el pueblo se está muriendo de hambre y de enfermedades y no tiene tiempo para pensar, porque en lo único que piensa es en comida, porque tiene hambre. Lo que queda de Venezuela se parece más a la idea de Infierno, que al concepto de Paraíso. El dictador venezolano, o colombiano, o de donde quiera que sea el señor Maduro, se parece más a la idea del mal, que a la del bien.
La democracia no es algo que existe, es solamente una manera de hacer las cosas; pero con la condición previa de que quienes deseen hacer esas cosas, sepan cuáles son las cosas que hay que hacer y en Venezuela no hay acuerdos sobre las cosas que hay que hacer, a excepción, claro, de llamar a elecciones.
Por eso, mi consejo para las nuevas generaciones de venezolanos que no han podido salir del país y que no podrán salir y que tendrán que recoger los escombros, botar la basura y construir un país nuevo, es que no crean en nadie a quien le guste los Beatles.
Yo no tengo país, el que fue mi país, está destruido, no hubo necesidad de una guerra y no hay necesidad de caer en la trampa de la violencia social hacia dónde la actual dirigencia desea interesadamente encaminar al pueblo hambriento.
No estoy en el exilio por gusto y no creo que por estarlo, haya perdido el derecho a opinar, la confrontación no debe ser entre quienes se quedaron y quienes tuvimos que salir. La confrontación es entre el opresor y el oprimido y la salida no tiene que ser violenta.
Sábado 08.09.2018
A Darlys Arcia Pozzo