Zeudy Acosta Paredes / @zeudyacosta
Un acto de cobardía o valentía, siempre será un enigma, pues quien se quita la vida, se lleva consigo la razón de su impulso suicida, pero además, deja esa enorme disyuntiva en quienes le aman. Porque sí, por muy villano, despiadado, insensible que sea alguien, tiene familia y gente que le estima. Sin embargo, si Maduro no tuviese tanta arrogancia, y se permitiese el empuje para bajar el telón de su vida vergonzosa y vulgar con cierta dignidad en este momento de la historia, le llorarían pocos, pero millones de venezolanos y todo el que sienta la tragedia nuestra, lo celebraría en grande.
No por mal hablado, no por idiota, no por creerse simpático y terminar siendo un patán; sino por asesino, por cometer crímenes de lesa humanidad, también por ladrón.
En torno al reciente suicidio del dos veces expresidente peruano Alan García, quien figuraba como sospechoso de una investigación de alta corruptela vinculada a Odebrecht, se teje un conjunto de hipótesis, en especial por la presunción de su culpabilidad. Pero hay detrás de este caso mucha tela que cortar, desde la experiencia de su padre como preso político cuando apenas tenía 5 años, el inocultable ego que le caracterizaba (reconocido por afectos y enemigos), e indudablemente salir esposado de su casa frente a los ojos de quienes le adversaban, aunque parecía que la detención era sólo por diez días. Sin embargo, en la historia de la humanidad, por cobardía o sabiduría, criminales como Hitler, viéndose acorralado optó por renunciar a procesos judiciales, a hacer valer la ley del hombre para pagar por sus fechorías, dejando en el limbo secretos, testimonios y datos de valor para aproximarnos a la verdad de muchos hechos en tono a él y sus acólitos.
Creo que en el momento histórico que vive Venezuela, a pocos debe realmente importar la pérdida fisica de Nicolás Maduro, cualquiera sea la causa. Y no es que con su muerte, existe la alta probabilidad del cese a la usurpación, porque allí está el más abominable asesino, la mente perversa de Diosdado Cabello, o el psicópata maestro del crimen y el horror Jorge Rodriguez. Es más, a cualquier nombre ligado a la banda de genocidas, le precede una hoja de vida manchada de muerte, por acción u omisión. Pero hasta por su bien y el de la nación, un paso como el suicidio, tendería una alfombra roja, no de sangre sino de aquella que, en un acto final con la caída del telón en su aborrecible y asquerosa teatralidad, sería una demostración de agudeza, de humanidad, un acto final cargado de condescendencia, porque incluso en la última hora, podemos reivindicarnos, podemos apartar el orgullo y apelar a la razón. Venezuela y la humanidad entera le estarían eternamente agradecidos.
Tipos como Maduro, jamás le harán falta a nadie, mucho menos al país. No por mal hablado, no por idiota, no por creerse simpático y terminar siendo un patán; sino por asesino, por cometer crímenes de lesa humanidad, también por ladrón. Un asaltante impúdico del erario público y de las oportunidades del pueblo venezolano. Por mitómano y burlón; por sádico y déspota.
Pero hasta por su bien y el de la nación, un paso como el suicidio, tendería una alfombra roja…
Cuando comencé a escribir este artículo (29 de abril en la noche), ni me imaginaba lo que estaba por ocurrir en Venezuela unas horas más tarde. Y miren cuán conveniente. De manera que, acorralado – aunque quieran aparentar que tienen el control-, Nicolás Maduro tiene justo en este momento, su oportunidad de oro. Entendiéndolo como quiera, el suicidio es el comodín, es su carta para ganar, y con ello, ganaríamos todos, pues ya su papel en la historia contemporánea de Venezuela desde 2013 hasta la fecha, no se puede alterar, no se puede borrar, pero una decisión sabia, en este caso dimitir, sellaría de forma magistral, su paso por la política nacional.