CORRUPCIÓN: HIJA DE LA IMPUNIDAD

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Zeudy Acosta Paredes / @zeudyacosta

A los países de Latinoamérica nos ha mantenido relacionados últimamente el tema de la migración, en especial por la tragedia venezolana. Sin embargo, hay un asunto que desde siempre nos caracteriza e identifica más, una especie de virus o gen: la corrupción.

Cultural, heredada, genética, con certeza hay muchas formas de identificarla. Es una lista interminable de los hechos y sus protagonistas materiales e intelectuales, de norte a sur. No existe una nación en América Latina que se escape de ser señalada como víctima de la corrupción, en especial, cuando se habla de sus gobernantes y todo aquel que pulula a su alrededor, incluyendo empresarios y ciudadanos. Sin embargo, lo que abona y germina a este virus que ha provocado una hecatombe continental en las últimas décadas, es la impunidad.

… para 1994, pese a las innumerables torpezas y defectos de la democracia, la otrora Corte Suprema de Justicia, encontró méritos para enjuiciar a CAP por el uso indebido de los fondos de las reservas nacionales…

De acuerdo a su etimología, la corrupción es entendida como «la situación o circunstancia en que los funcionarios públicos u otras autoridades públicas están corrompidos». Cristina Fernández de Kirchner, Lula Da Silva, Elias Antonio Saca, Dilma Rousseff, Alberto Fujimori, Ricardo Martinelli -sólo por mencionar algunos-, acerca de este asunto entienden muy bien. De modo que en Panamá, Argentina, Perú, Chile, Brasil, y por su puesto en Venezuela, la corrupción se ha puesto de moda. Son justamente sus mandatarios quienes han promulgado esta depravación como una ley que salpica y contagia sin ninguna discriminación. Después de todo, si un ciudadano entiende que no existe juicios, ni justicia ante los hechos de corrupción, el ejemplo es la norma.

No por casualidad, según un informe de Transparencia Internacional presentado en enero de 2019, Venezuela y Nicaragua encabezan la lista de naciones del hemisferio americano con niveles de corrupción extrema. Ambos países liderados por regímenes totalitarios. Resulta irónico y paradójico, que hace 20 años la bandera propagandística de Hugo Chávez -que además resultara el móvil de la intentona golpista del 92-, fue el mega paquete económico anunciado por el expresidente Carlos Andrés Pérez y los altos índices de corruptela que caracterizaban al gobierno de «El Gocho». A este se le acuña  la compra con sobreprecio de un buque (El Sierra Nevada) que luego se vincula a Bolivia, que no tiene mar. No obstante, para 1994, pese a las innumerables torpezas y defectos de la democracia, la otrora Corte Suprema de Justicia, encontró méritos para enjuiciarlo por el uso indebido de los fondos de las reservas nacionales, “malversación genérica” y “peculado doloso”, en términos jurídicos. Fue enjuiciado, sentenciado y puesto preso. Pensar en un juicio nacional contra Maduro, por ejemplo, es una infamia, una utopía.

En palabras de Eduardo Galeano, “La impunidad premia el delito, induce a su repetición y le hace propaganda: estimula al delincuente y contagia su ejemplo”. Nada más cierto y conveniente para hablar de la Venezuela de las dos últimas décadas. Pero aclaro, que ciertamente otros mandatarios venezolanos como Jaime Lusinchi y Luis Herrera Campins también fueron presas fáciles de la perversión, sólo que al menos a la luz de la opinión pública y de los hechos en sí, las autoridades judiciales no estaban tan sesgadas como en la actualidad.

El sistema eléctrico nacional, PDVSA, Pdval, Cadivi, Saime, fueron ocupando lugar en la extensa lista de hechos de corrupción, a la que también suma Smartmatic, por su puesto

Si tuviésemos que adjetivar al régimen chavista-madurista, podredumbre sería quizá el término más idóneo, especialmente si de corrupción hablamos. No existe una institución pública que se escape de sus tentáculos, no sólo en materia de quienes las dirigen, sino también de los empleados. La matraca, la trácala, la trampa para gestorías, para contratos, para licitaciones; en fin, cualquier trámite sirve en bandeja el soborno, el abuso de poder, puesto que son 20 años gobernando o “desgobernando” sin ningún contrapeso o control, los poderes dejaron de entender la aplicación de la autonomía y su importancia para el sostenimiento del sistema democrático.

Fue justamente Chávez quien juró acabar con la dinastía de corrupción de la Cuarta República, abriendo paso a una nueva forma de gobernar. Lo que no estaba muy claro al inicio es que se trataba de acabar con aquélla para hacer historia con sus propios métodos corruptivos, repotenciándola, radicalizándola e instaurándola institucionalmente, calificado según la organización Transparencia Internacional como una “cleptocracia”. Es el país más corrupto del continente, pero además la Red de Ejecución de Delitos Financieros del Departamento del Tesoro de Estados Unidos emitió en septiembre de 2017 un aviso para alertar a las instituciones financieras sobre la “corrupción pública generalizada” imperante en el país.

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Se amparan  en un TSJ que ha transformado y adaptado las bases jurídicas del país de forma acomodaticia para propiciar sentencias, dictámenes y resoluciones que han condenado a inocentes a confinamientos violatorios de todo derecho; es simple, cualquier investigación que se pretenda llevar a cabo se estrellará con un juez corrupto o un Defensor del Pueblo, que defiende el puesto y su imagen física pero no aboga por los Derechos Humanos y la justicia; la Contraloría, que perdió el control de la fiscalización del uso correcto del patrimonio público, es todo esto lo que se ha institucionalizado. Asimismo, ha sido desproporcional el número de ministerios -que en vez de pasar a ser austero-, se quintuplicó dando origen a un monstruo que ha socavado la capacidad de sostenibilidad económica del aparato gubernamental. No existe moral en el Poder Moral porque quienes lo integran, son también copartícipes de las atrocidades que gestan los representantes “supremos” del régimen. De ahí, que a nivel de las instituciones públicas y de todo aquello que expropiaron para pasar a ser parte de su administración, se haya tornado en un fracaso, en inoperante, en un fiasco.

Si tuviésemos que adjetivar al régimen chavista-madurista, podredumbre sería quizá el término más idóneo, especialmente si de corrupción hablamos. No existe una institución pública que se escape de sus tentáculos…

La suma del desfalco causado en estos 20 años de chavismo-madurismo se calcula en 450 mil millones de dólares, y todo empezó con la excusa de generar planes sociales. Plan Bolívar, le bautizaron. Nada más ofensivo para nuestro Libertador. El sistema eléctrico nacional, PDVSA, Pdval, Cadivi, Saime, fueron ocupando lugar en la extensa lista de hechos de corrupción, a la que también suma Smartmatic, por su puesto. Y es por ello que a la fecha, se han registrado 5 apagones generales en el país en los últimos seis meses; y no hay gas doméstico y se hacen largas colas para cargar combustible luego de ser de los países más prestigiosos en materia petrolera a escala mundial. Es por eso que una nación entera muere de hambre, porque además se dieron el lujo de dejar podrir contenedores enteros cargados de alimentos; y el negocio de las divisas en un mercado cambiario paralelo les viene como anillo al dedo. Pero también por eso obtener un documento simple como un pasaporte implica grandes sumas de dólares; y se han mantenido en el poder a fuerza de un sistema electoral automatizado que conoce muy bien de números con tendencias irreversiblemente mortales.

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Sin embargo, allí no muere el tema, porque la participación del ciudadano común también cuenta cuando recordamos a los bachaqueros, o los revendedores de cupos de Cadivi o a quienes raspaban las tarjetas en el exterior. Es una espiral de corrupción, cuyo asidero siempre encontrará excusas ante las soluciones de la “crisis” del momento. Por ello, lo de la cultura.

cualquier trámite sirve en bandeja el soborno, el abuso de poder, puesto que son 20 años gobernando o “desgobernando” sin ningún contrapeso o control,

No obstante, resulta que no es exclusivamente parte de la cultura y de las instituciones; todo indica que ha alcanzado el desarrollo económico y la desigualdad, como pilares fundamentales del mantenimiento de la corrupción latinoamericana. Para muestra Oderbrecht, un nombre que se viene repitiendo como bola de nieve cada vez que se asoma públicamente un acto ilícito, predominando “la compra de políticos para expandir sus obras por toda la región” y, como es de suponerse, Venezuela también ha estado implicada. Corrijo, Venezuela no, el régimen de Maduro y su apocalíptica banda de narcos.

De modo que, el dominio de cada institución pública, de las decisiones más importantes para la nación; el control absoluto de los poderes (Ejecutivo, Judicial, Ciudadano y Moral, y hasta el Legislativo, al crear la ANC), han sido más que suficientes para demostrarnos a los venezolanos y al mundo entero, que la impunidad es su mayor fortaleza. Las jugadas maestras de su maldad, le fueron enseñando a muchos que la meritocracia no existe, que el trabajo no rinde frutos, que la producción no es un factor relevante porque no les interesa el desarrollo, como tampoco la inteligencia, que la norma es la ilegalidad, que mientras más enlodado te permitas vivir, la corrupción será su mejor aliado.

2 comentarios sobre “CORRUPCIÓN: HIJA DE LA IMPUNIDAD

  1. La pluma atinada de quien lo escribe, no es más qué pura realidad y que algunos todavía creen que estos choros, malandro o ladrones de cuello rojo, farsantes comunistas o socialistas que es igual o peor, podrán mantenerse en el poder saldrán a cómo se lugar y además rendirán cuentas, serán sometidos, capturados y enjuiciados, juremos para no solo no perdonar, para no olvidar, un abrazo a la lic Zeudy Acosta y sus compañeros de columna!! Sigan escribiendo! Felicitaciones!! Viva Venezuela!!

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