Dante Garnique / @dantegarnique
El respeto hacia la naturaleza lo aprendimos de manera natural, valga la redundancia. Teniendo al Parque Nacional Henri Pittier como “patio trasero”, nuestros fines de semana estuvieron enmarcados en un paisaje de exuberante verdor. Traspasar aquel bosque para competir por quien primero avistase el azul marino de la Bahía de Cata, era una aventura primigenia cada año. “Al que lo mordió macagua, bejuco le para el pelo”, dice el verso del ilustre Alberto Arvelo Torrealba.
… ya la lección había sido otrora aprendida: A la naturaleza se le respeta.
La primera vez que vimos una Tigra Mariposa, serpenteaba cual Tongolele, en sus tiempos de esplendor; sobre el frío macán que nos conducía a nuestro paraíso. El para nosotros querido y nunca bien ponderado Henri Pittier sigue siendo, a pesar de los pesares, una joya en bruto. Un espacio de aventuras convertidas hoy en reminiscencias. En uno de nuestros recorridos apareció también un Paují o Pauxí, majestuoso, incólume. En las dos oportunidades, el carro se detuvo para que ambos especímenes se enseñoreasen.
Entre uno y otro acontecimiento transcurrieron mas de 45 años. Si en la primera ocasión, durante aquel paseo vacacional, el auto no se hubiese detenido pese a los gritos histéricos de quien le temía a la mapanare y hubiese preferido que fuese pisada por las yantas; muy probablemente, en el segundo episodio, 45 años más tarde, quien conducía, tampoco lo hubiese hecho. Pero ya la lección había sido otrora aprendida: A la naturaleza se le respeta.
Hagamos un alto para contarles a quienes no lo conocen, que el Parque Nacional Henri Pittier, es la reserva natural más antigua de ese país que un día fue y que gracias a la Narcocracia, ha dejado de ser. Creado en 1937, irónicamente, por un General. Eleazar López Contreras. A los venezolanos nos encanta un militar en la presidencia y un gocho; pero si es gocho y militar, pues, mejor.
…entre el presuntamente colombiano dictador de Venezuela, no militar, sino chofer de autobuses, con el perdón de los profesionales del área y, la comunidad judía…
Inicialmente, se llamó Rancho Grande; pero se le cambió el nombre en 1953, por el de Henrri Pittier, en honor al suizo que clasificó treinta mil plantas de esa tierra en la que se cultiva uno de los mejores cacaos del mundo y donde habitan al menos 500 especies de aves, además de otras 22 endémicas.
Sí, una ironía del destino, que siendo militar y presidente de Venezuela, Eleazar López Contreras, desafiando al nazismo, recibiera al Königstein y al Caribia, para que casi ochenta años más tarde los descendientes de aquellos pasajeros tuviesen que hacer aliá. Se estima que cuando el dictador de Sabaneta –también militar-, llegó al poder, en el país vivían entre 17 y 22 mil judíos. Hoy (en el 2020), existe una gran tensión entre el presuntamente colombiano dictador de Venezuela, no militar, sino chofer de autobuses, con el perdón de los profesionales del área y, la comunidad judía; tanto así, que se estima que quedan apenas unos cinco mil en suelo criollo.
Cuarenta y cinco años entre la serpiente y el paují y casi ochenta entre López Contreras y la narcocracia, han transcurrido. En ese lapso perdí un Samán y una Acacia, para no hablar de la libertad, mi tierra, mis amigos, la familia y el hogar.
Esa Acacia fue nuestra guarimba cuando jugábamos a la “r” o “pisicorre”, fue testigo de diálogos de complicidad preadolescente; pero un día no estuvo más allí. Se empezó a ver desierto el portal de la que un día fuese la casa de la señora Macinda y el Compadre Amalio, justo al lado de los Zambrano. Alguien se la llevó y no fueron precisamente los hijos de Israel, ni mucho menos para construir el Arca de la Alianza.
Ya no está más mi Acacia de Siam, ya sus flores amarillas no tienen más color, son apenas una sombra en nuestras memorias. El Samán le siguió, todavía escucho su llanto como ruido de sierra eléctrica. ¿Dónde estuviste Greta, cuando nos robaron nuestra infancia?
Sábado 19.04.2020
A Los Arroceros.