Dante Garnique / @dantegarnique
Una vez, navegando en aguas de Heráclito, a un reducido grupo de amigos, le tocó compartir el resultado de la quinta tarde de ocio dominguero (26.04), de la cuarentena de 2020. Sobresalió una foto de unos espárragos con lomo de cerdo ahumado. Se trataba de una Ensalada Tibia de Espárragos y Cerdo. Esa tarde decidieron reunirse para pasar el rato. Unos desde Madeira, otros desde los Estados Unidos y algunas otras partes del mundo. Video llamadas, fotos, en fin, una de esas divertidas reuniones cibernéticas que han aprendido a disfrutar los venezolanos en el exilio, a causa de una de las más perversas dictaduras de la historia de la humanidad: El Narcorégimen chavomadurista, instaurado en Venezuela desde 1999.
Habiendo decidido no hablar en público sobre el tema de la comida, ni de cuánto habían engordado durante el tiempo de reclusión, para no ofender a coterráneos muriendo de hambre y de miseria, por la misma razón, la Narcocracia venezolana, de pronto aparece la disyuntiva de callar o hablar.
Los participantes de aquella reunión digital habían tenido la fortuna de vivir en el destierro, por lo que no los hería el tema de las recetas o las costumbres gastronómicas de los países de adopción, cosa que sí hubiese sucedido si semejante tertulia, hubiese sido compartida entre familiares y amigos que aún vivían confinados, en la capital del país con las reservas petroleras más grandes de la humanidad; acabándose en la miseria, la desidia y con el estómago pegado al espinazo, porque hasta el agua potable hay que administrarla con criterio de escasez en la tierra de Simón Bolívar.
En Venezuela, si alguien fuese tan afortunado de tener un empleo, percibiría mensualmente, cuatro euros, a partir del primero de mayo…
Por conocer “el cebo de mi gana’o”, dijo uno de los ciberamigos, vendría bien hacer algunas precisiones con respeto a una receta que pudiera parecer pomposa y hasta algo presumida, cual quimbombó, según versión del poeta.
Comparó entonces la Ensalada Tibia de Espárragos, con un plato de corocoro frito con yuca salcochada. Y es que en Alemania, por ejemplo, la primavera tiene un aroma muy especial, el de los espárragos blancos, que desde mediados de abril se venden por todas partes y por ser temporada, a precios muy variados y accesibles. En 1919, Alemania fue el mayor productor de espárragos en toda Europa, con 133.000 toneladas recogidas. No está demás, sin embargo, acotar que en tiempos del COVID-19, la cosecha de la legumbre estuvo a punto de colapsar. Pero esa sería otra historia que contar.
Venezuela, por otro lado, posee más de 70 mil km2 de mar territorial y una temporada de jurel y sardinas, de siete y seis meses, entre abril y octubre, y mayo y octubre, respectivamente, por lo que comer espárragos en Alemania en temporada, es como comer en Venezuela pesca’o frito. En Alemania, una sardina congelada puede llegar a costar 30 centavos, mientras que un espárrago, 10, o menos centavos. Cien gramos de cerdo ahumado pueden costar en Alemania, 99 centavos. En Venezuela, cien gramos de carne de cerdo oscila entre 50 y 70 centavos. Pero hay un pequeñísimo detalle. En Venezuela, si alguien fuese tan afortunado de tener un empleo, percibiría mensualmente, cuatro euros, a partir del primero de mayo, antes eran dos euros cincuenta. Mientras que en casi toda Alemania, el sueldo mínimo no baja de mil euros. El monto aplica también para empleos a destajo, es decir, se calcula el valor de la hora de trabajo, con base en ese monto. El número máximo de horas de la jornada laboral es 40 por semana, ocho diarias.
Era así como la comparación entre una ensalada de espárragos y lomo de cerdo, con unas tres sardinas fritas y una porción de yuca, adquiría sentido.
Claro, además de la degustación comparativa, sale a flote otra, la de las políticas sociales, económicas, de higiene, laborales, etc; entre Venezuela y cualquier país del mundo. Pero esa si es verdad que nos dejaría un sabor decididamente amargo. De momento, mejor debatir entre sardinas fritas o lomo ahumado de cerdo.
Viernes 01.05.2020
A los trabajadores, en especial los venezolanos