
Zeudy Acosta Paredes / @zeudyacosta
En Venezuela escasea todo menos las malas noticias. La maldad, el egoísmo y la criminalidad, conforman un plato que a diario se sirve bien caliente y, en consecuencia, las noticias de la desgracia recorren el mundo entero.
Desde hace unas semanas, una información que ocupa la atención del país y de organizamos internacionales, así como de países conscientes de la tragedia que vive Venezuela, es la del llamado a elecciones parlamentarias para diciembre de 2020. Sí, en unos escasos meses. Sin embargo, más allá del conflicto de ilegitimidad gubernamental reinante, los políticos han puesto sus cartas sobre la mesa.
Y aunque muchas caretas continúan sin caerse, Maduro (a ese que llaman mundialmente Toño El Amable), y varios líderes de la traidora comparsa de seudos adversarios, como Henrique Capriles Radonski y Stalin González, bajo la sospecha de una negociación tras bastidores, han anunciado al país no sólo su disposición de acudir a las urnas, sino además de presentar una lista de “honrosos candidatos”, porque en Venezuela el mejor negocio es ser parte del régimen; el segundo mejor ser de la oposición, pero el peor es ser ciudadano.
Como es sabido, el pacto entre ambas partes, trajo consigo la «libertad» de 50 presos políticos y el «perdón» para 60 dirigentes y opositores perseguidos o exiliados. Vaya descabellada y absurda creencia: indultar a inocentes. Mientras tanto, a Guaidó se le acusa de incapaz «por su falta de rectificación en la conducción del gobierno interino que ha impedido derrocar la dictadura y aliviar el sufrimiento de los venezolanos», según el partido Primero Justicia (pese a que sus principales dirigentes forman parte del gabinete de la Presidencia encargada). Como si fuese tan simple acabar con un Estado criminal que ha sido catalogado, y con mucha razón, como un narcoestado.
La única razón que justifica unas elecciones ante un panorama como el que vive Venezuela, es echar al traste lo poco o mucho que se haya avanzado para contrarrestar a la narcodictadura
Respecto a las postulaciones del régimen, a esa lista que parece un museo del crimen no ahondaré para no embarrarme de estiércol. Haré referencia, como es de suponerse, a quienes dicen de la boca para afuera que serían sus oponentes, y con ello, intentar ocupar la mayor cantidad de curules en el capitolio nacional. A mi entender, es como aquella frase que inmortalizara el poeta Juvenal en la antigua Roma “Pan y Circo”. Teniendo lógicamente, algunas apreciables diferencias como el hecho de que, en este momento, es poco el pan y mucho el circo.
Ahora bien, Juvenal intentaba describir de manera cínica la modalidad de ciertos emperadores de su época, quienes obsequiaban al pueblo trigo y entradas al circo romano –cuyas escenas sangrientas y aborrecibles han sido descritas a lo largo de la historia-, con la solapada intención de mantener a los ciudadanos alejados del mundo político; es decir, que les interesara cada vez menos el deber que como gobernantes tenían. Hoy, por su puesto, tiene plena vigencia, dado que amplios sectores de la población venezolana permanecen distraídos de temas medulares, mientras se mantienen ocupados buscando algo para comer, medicamentos, gasolina y, pare usted de contar.

Aparte de las calamidades que desde hace años azotan al país y que han obligado a cerca de 5 millones de sus ciudadanos a emigrar –muchas veces bajo condiciones infrahumanas-, se le encima la desmedida propagación del COVID-19, en buena parte por falta de políticas de salubridad que ha profundizado el número de fallecidos del personal médico y de un incremento abismal de la población. Y en medio de esta calamidad, sin esperanzas de que oficialmente se establezcan medidas para contrarrestar la pandemia, cuando todo parecía que nada peor podría pasar, a Maduro “Toño El Amable”, no se le ocurre invertir en salud (sobre todo ante el Coronavirus), en educación, en reactivar la economía, en realmente apostar al progreso del país, sino que se antoja de convocar a elecciones. Otro circo, y seguimos sin pan. ¿Qué dictadura pierde unas elecciones?
Todo parece una idea descabellada, pero no. No se trata de situaciones aisladas. Cuando pensamos en frío, las piezas comienzan a encajar en el rompe cabezas. Mientras el pueblo se preocupa y ocupa por la adquisición de sus bienes esenciales, por no decir de sobrevivir a la inflación más tenaz que haya vivido Venezuela, la idea del régimen es –sin un orden específico- restarle méritos al Gobierno interino, en especial, en el ámbito internacional, porque justamente ese reconocimiento es el que ha permitido que se rescatara a CITGO de manos de la dictadura, por ejemplo. Con el régimen llevando el timón en la AN, la jugada está hecha, pues recuperarían el oro y los miles de millones de dólares que hoy reposan en EEUU y Europa.
No importa cuánto intenten maquillar la realidad que circunda estos comicios parlamentarios, cuánto pretendan mantener el espectáculo circense, matando de hambre al pueblo. La única razón que justifica unas elecciones ante un panorama como el que vive Venezuela, es echar al traste lo poco o mucho que se haya avanzado para contrarrestar a la narcodictadura, y en especial, dejar muy claras las pretensiones de apoderarse nuevamente de la Asamblea Nacional; aparte del evidente quiebre del sector opositor.
Sin embargo, preocupa aún más cuando desde el sector opositor, en la denominada “Fuerza del Cambio” se leen nombres como Luis Felipe Acosta Carles, el famoso eructador del chavismo; Henri Falcón, el rey de las talanqueras. Y por si fuese poco, se monta la gata sobre la batea, con la candidatura de Javier Bertucci. Si nos les suena, muevan esos dedos en Google. Otro payaso más para el espectáculo.
Todo este circo asquea y no por capricho y ganas de ser controversiales, pero no pinta nada bien cuando las inscripciones se han hecho a la medida del régimen; es decir, se postergaron en tres ocasiones a la espera del nuevo partido que HCR ha creado de forma apresurada logrando inscribirse en el trasnocho del país, con el beneplácito revolucionario.
Sin agua, sin luz, sin alimentos, sin medicinas, sin internet, sin gasolina, pero con elecciones; esa es Venezuela en manos de dos grupos de poder a quienes no les interesa más que sus intereses personales. Por ello, creo que es muy cierto cuando se afirma “Cuando dos elefantes se pelean, quien más sufre es la hierba que pisan”.